El llamado «sueño americano» tenía, al menos, una subsección: el sueño californiano. Cuyo génesis se debe, con permiso de los Mamas & The Papas, a los Beach Boys. Ellos fueron quienes crearon los más imprescindibles hits que pusieron banda sonora al ideal de la buena (y jolgoriosa) vida en la costa oeste, los que lo dibujaron como el paraíso terrenal por el que todo menor de treinta años suspiró en la década de los sesenta.
Ese viaje, valga el doble sentido, tuvo un doble filo para la banda de los hermanos Wilson y compañía. En concreto para su genial cabeza pensante, Brian, que después de dirigir el arcoiris de armonías surferas de la primera etapa del grupo y engendrar el inalcanzable ‘Pet Sounds’ en 1967 -poniendo rojos de envidia a los Beatles-, se perdió en el maremagnum de ideas psicodélicas que derritió la culminación mercadotécnica del archi-disco de culto ‘Smile’. Después, nunca volvieron a sacar un álbum trascendental. Pero siguieron girando por todo el mundo y su leyenda nunca se apagó del todo.
Todo eso y mucho más se relata a fondo en un documental que sigue a la publicación del libro ‘The Beach Boys by The Beach Boys’ (Generis Publications), que cuenta con nuevas entrevistas con el propio Brian Wilson y otros miembros supervivientes como Mike Love, Al Jardine, David Marks y Bruce Johnston, además de con luminarias de la industria musical que incluyen a Lindsey Buckingham, Janelle Monáe, Ryan Tedder o Don Was.
«Sesenta años después sigue siendo un orgullo pertenecer a esta banda», dice a ABC Bruce Johnston, en una breve conexión Zoom a la que también asisten Mike Love Johnston y el director del filme, Frank Marshall. Lo primero que le preguntamos, no obstante, es qué tal está Brian después del brutal bajón anímico que su ya maltrecho cuerpo ha pegado, tras la reciente muerte de su mujer. «Está tutelado por su condición médica», contesta Love. «Pero creo que está mejor, porque he visto a sus hijas y sé que están cuidando bien de él. Vamos a encontrarnos con él en el estreno del documental, y si lo has visto, sabrás que el rodaje nos ha reunido».
Love habla de la preciosa escena final, en los que se les ve sentados en la arena de Paradise Cove, la playa donde tablas de surf en mano se hicieron la foto que sería la portada de su primer disco, mientras la cámara se aleja adentrándose en el Pacífico. «No fue nada fácil rodar esa secuencia, pero el resultado es una maravilla y lo que no se ve fue aún mejor», interviene Marshall. «Sí -añade Love-, nos pusimos a recordar historias como viejos amigos, nos abrazamos, lloramos y acabamos cantando todos juntos».
Quizá fue su manera de enterrar el hacha de guerra tras discusiones artísticas (nadie salvo Brian entendió el ‘Pet Sounds’), litigios legales (Love demandó a Brian en los ochenta por royalties, en el documental acaba lamentándose por ello entre lágrimas) y los malos rollos derivados de la era psicodélica (la caída al abismo post-LSD de Brian, o la estrecha relación de uno de los hermanos con Charles Manson), todos ellos temas que, afortunadamente, Marshall no ha querido ocultar. «La era del flower-power tuvo cosas poco sanas, poco positivas, guerras y manifestaciones, pero nosotros mostramos el lado positivo con nuestro himno psicodélico ‘Good Vibrations’», declama Love, que asegura estar feliz tras comprobar que «ha quedado un documental con una perspectiva muy amplia, que cuenta una historia grandísima». «Tuve la suerte de que ninguno de ellos rechazó hablar de ningún tema, algo que era muy importante para mí para marcar la diferencia, y de que todos aportaran sus grabaciones caseras de la época. He intentado que haya mucho encanto pero sin dejar de tocar los puntos oscuros».
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