Miñini sin lis [diis] di istid y pir isti rizin li iscribi piri filicitarli in isti biniti lingui mii.
Si istid qui[i]ri vinir i kimir i ilmirzir kin nisitris tindrimis michi gisti y brindirimis i li silid di istid.
Ispiri qui ni siri istid tirpi piri tridicir isti kirti y li idvirti qui li K is kimi ini Ci.
Hici michi kilir y ispirindi si kintisticiin sibi kinti li quiri si büin imigi,
GUILLIRMI MIRPHI
Midrid vintitris Jiníi»
Esta humorística carta, fechada el 23 de junio de 1893, y firmada por el conde de Morphy, es la primera de los cuatrocientos escritos que se reúnen en ‘Querido Maestro. Correspondencia de Pau Casals‘ (Acantilado), que abarca desde ese año hasta 1973, fecha en que falleció el músico catalán. Es, como dicen sus editoras, Anna Dalmau y Anna Mora, «el primer epistolario de Pau Casals que abraza toda su vida» y «el relato biográfico de un siglo de historia a través de los ojos de Pau Casals y de los de tantos testigos que participaron o formaron parte de su vida».
Casi tres lustros llevan estas dos musicólogas e investigadoras buceando en la correspondencia del legendario violonchelista, y fruto de este trabajo han sido tres libros, que recogen su relación epistolar con Andreu Claret, Joaquim Pena y Josep Tarradellas, Antoni Rovira i Virgili, Ventura Gassol y Adrià Gual respectivamente. «Hay mucho material sobre Pau Casals, se han escrito varias biografías, pero la mejor es su correspondencia -explica Anna Dalmau a ABC-; en ella se muestra a través de sus propias palabras, aunque haya también opacidades. Nuestro trabajo ha sido contextualizar los textos, revisar las fechas…»
Pau Casals nació en la localidad tarraconense de El Vendrell el 19 de diciembre de 1876 y murió en San Juan de Puerto Rico -donde se encontraba exiliado desde 1956; antes lo estuvo en Prades, en Francia- el 22 de octubre de 1973. Con doce años descubrió el sonido del violonchelo y decidió dedicarse a este instrumento, del que fue, sin ninguna duda, su más grande intérprete en el siglo XX. «El violonchelo, mon petit Pablo, nace contigo», le dijo el violinista Jacques Thibaud, mientras que Mstislav Rostropovich, otro de los grandes chelistas de nuestra época, se refirió a él como «el artista más relevante del siglo XX».
Pero el libro descubre especialmente el pensamiento de Pau Casals, un hombre, dice Anna Dalmau, a un hombre «muy coherente, que se comportaba siempre de acuerdo con lo que decía; que estaba en contra de todas las revoluciones y las dictaduras: en 1919 decidió no tocar en Rusia mientras no se respetasen las libertades en aquel país y tras dejar España no regresó a nuestro país salvo para el entierro en El Vendrell de su mujer, Francesca Vidal, en 1955. Fue, con sus defectos, como tenemos todos los seres humanos, una buena persona, muy humanitaria; ayudó desde su exilio en Prades a todos los refugiados españoles, para los que organizó varios conciertos benéficos».
El volumen incluye 401 cartas. La primera es la ya mencionada del conde de Morphy; Guillermo Morphy, secretario personal de Alfonso XII y luego de la Reina regente, María Cristina -mecenas de Casals-, «tomó por su cuenta mi formación cultural y cada mañana me daba en casa lecciones de cultura general», contó el violonchelista. Y la última es la que enviaron el 24 de octubre de 1973, dos días después del fallecimiento del músico, Josep y Amèlia Trueta a su viuda, Marta Casals. Las autoras han consultado más de una veintena de fondos -el mayor suministrador es el Arxiu Nacional de Catalunya-, y en la relación del centenar de corresponsales figuran compositores, intérpretes, intelectuales o políticos de la talla de Béla Bartók, Max Bruch, Francesc Cambó, Gaspar Cassadó, Lluís Companys, Alfred Cortot, George Enescu, Manuel de Falla, Gabriel Fauré, Wilhelm Furtwängler, Robert Gerhard, Enrique Granados, Ernesto Halffter, la Reina Isabel de Bélgica, John Fitzgerald Kennedy, Wanda Landowska, Thomas Mann, Joan Maragall, Yehudi Menuhin, Pablo Picasso, Arnold Schönberg, Albert Schweitzer, Isaac Stern, Leopold Stokowski, Josep Tarradellas, Harry Truman, Joaquín Turina o Bruno Walter.
«Pau Casals conservaba y contestaba a todas las cartas que recibía -cuenta Anna Dalmau-: ‘¿Cómo es posible recibir una carta y echarla a la papelera? Es como si tirara un sentimiento’», decía. En esta labor le ayudaban su mujer, Marta, y Josep Maria Corredor. «Necesitaríamos al menos siete u ocho personas que escribieran constantemente para estar al día con las miles de cartas que tengo ahora mismo, y que poco a poco van llegando», le escribió a su antigua alumna Milly Stanfield el 2 de febrero de 1968. Y, siempre que podía, escribía a mano. «Las cartas deben ser autógrafas. No hay ninguna igual. Una palabra de comprensión, de esperanza, de consuelo…, ¡eso es lo que cuenta!», dijo en una ocasión.
Los casi cien años que vivió Pau Casals le convierten en un testigo excepcional, dice Anna Dalmau, de la historia del siglo XX. Vivió muy de cerca grandes acontecimientos como las dos guerras mundiales, la Revolución Rusa, la Guerra Civil española o el asesinato del presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy, para quien tocó en la Casa Blanca en un inolvidable concierto el 13 de noviembre de 1961 y por quien sentía gran admiración. «Durante horas no pude decir palabra -dijo a propósito del asesinato del político-. Era como si de repente una bella e irremplazable parte del mundo se hubiese destruido».
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