Napoleón anda suelto en Madrid. Camina, eso sí, sin uniforme militar ni sombrero. De hecho, es difícil de reconocer al verlo vestido con una vieja sudadera negra salpicada de lo que parece pintura, unos pantalones oscuros y desgastados y unas Converse bajas que vivieron épocas mejores. Pero es que a este Napoleón lo encarna Joaquin Phoenix, un tipo muy particular con aire de ‘beatnik’, ademanes de estrella atormentada y un magnetismo que solo Hollywood sabe regalar a sus grandes dioses. Porque cuando aparece en el lujoso hotel Ritz rodeado de su séquito debería desentonar y no lo hace. Al fin, al sentarse frente a un reducido grupo de periodistas, nace ese Napoleón frágil que encarna al final de la película de Ridley Scott que estrena este viernes; también parece escaparse esa sensibilidad que escondía la locura del Joker y, quizá, solo si se quiere ver, hasta el ser humano atormentado por la tragedia familiar oculto bajo el aura de estrella.Noticias Relacionadas estandar Si Recuperan medio millar de piezas de la batalla que expulsó a las tropas de Napoleón de España Mónica Arrizabalaga estandar No Crítica: ‘Napoleón’ (***): El hombre limitado dentro de un militar cruel y sin límites Oti Rodríguez MarchanteAsí que sentado en una suite, cuando se le pregunta qué le ha dejado este Napoleón tan particular al que ha prestado cuerpo, mirada y perfecto acento inglés, se calla. Aprieta los ojos. Aplasta con sus dedos casi sin uñas el tapón metálico de la botella de agua. Tapa el silencio con susurros y palabras que ahoga antes de llegar siquiera pronunciar. Hasta que concluye que no puede dar una mala respuesta y que prefiere pensar. Salta a otra pregunta y, 25 minutos después, pedirá a un asistente un minuto extra para divagar sobre aquella primera cuestión: «Napoleón persigue constantemente lo material y creo que eso era porque realmente estaba vacío. Y es muy interesante esa parte de entender qué es lo que buscamos en la vida y cómo nos mentimos a nosotros mismos y ocultamos nuestras intenciones porque al final lo único que intentamos es satisfacer nuestras propias ansias personales», concluye, aunque lo de menos es la respuesta y, lo demás, lo que dice de él la situación.Porque aquí está para hablar de ‘Napoleón’, la película que ha rodado para un Ridley Scott que se las ha visto con los historiadores que le han echado en cara algo tan absurdo como haber hecho una película y no un documental. En España, el cineasta, que se pasó el día entre el Ritz y el Museo del Prado, no ha dedicado ningún «fuck off» a los historiadores, pero el desprecio por ellos se le escapa por los ojos –azules, llenos de vida a sus 85 años– cuando responde: «¡Pero si entre ellos se odian los unos a los otros!». «Lo que quieres evitar cuando haces un gran filme es decir que has dado una lección de historia , una clase, porque entonces nadie irá a verla al cine. Así que mi truco es, siendo precisos con la historia, coger un tema como en ‘El Reino de cielos’, ‘Gladiator’, ‘1492’ o ahora ‘Napoleón’ y convertirlo en un filme», explicó Ridley Scott.La grandezaLo etéreo de las respuestas de Phoenix contrasta con la rotundidad de las afirmaciones de Scott, que entra a la entrevista y, antes siquiera de saludar ni de sentarse, critica que en España no ha podido venir a rodar porque los impuestos son muy altos y hay demasiada burocracia. «En Inglaterra, si gastas un dólar, te devuelven 40 centavos [por las deducciones fiscales]. En Francia… bueno, ya no queda cultura de cine en Francia; en Italia no están mal, con un 30% de deducciones, y en España en algunos lugares están en el 25, pero hay tanta burocracia… Ese es el problema, se tarda demasiado tiempo». Es llamativo verlo cómo transita de la fuerza y la virulencia en determinadas respuestas al tono bajito y con el labio inferior casi temblando, como si fuera más anciano de lo que parece, cuando no le interesa la cuestión. No es el caso del asunto del idioma –en la revolución francesa que él filma solo se habla inglés– y grita un sonoro «Whaaaat!» a la pregunta. «¿Sabes qué hubiera conseguido? ¡Nada! Tú no puedes hacer esta película en francés porque nadie querría invertir. Que nadie se enfade, pero es la realidad. Esta es la industria de las películas y a mí me gusta hacer películas grandes porque es más divertido», espeta. Y aprovechando que el Sena pasa por París, después del mandoble al cine galo se mete con las plataformas: «’Bloomberg’ señaló que el ‘streaming’ se ha dado cuenta que no han hecho buenos negocios haciendo 30 películas y poniendo 15 al mes, porque así no se hace dinero. Mira ‘Top Gun’ o ‘Oppenheimer’, que han hecho 1000 millones de taquilla. Así que ahora hemos vuelto al sistema de estudios, que son los que se centran en las grandes películas. Así que sí, definitivamente hay vida en el cine después de la muerte. Y yo seguiré haciendo cine».4 horas… Sin el ‘2 de mayo’Al público español que vaya este viernes al cine le llamará la atención descubrir que no aparece nada de la invasión de España. Tampoco lo habrá, parece, en la versión de 4 horas que se especula durará cuando llegue en unos meses a Apple TV+. Pero resumir la vida azarosa y salvaje de Napoleón en un puñado de minutos es imposible, y Ridley Scott se ha ganado el derecho de hacer su propia mirada. «Al fin y al cabo, se han escrito 2.500 libros sobre Napoleón, más que de ningún político, artista, dictador… Más que de Dios. ¿Cuál es su magnetismo?», concluyó el cineasta quien, dice, se ganó hace 40 años el derecho a su propio montaje del director. Minutos antes, Joaquin Phoenix había dado su particular versión de ese magnetismo, aunque con su aire más liviano. «La gente del este de Europa quizá le piense como un libertador, para los americanos probablemente sea el típico ejemplo de un hombre hecho a sí mismo, esa idea de que puedes salir de la nada y llegar a ser presidente», dijo riendo. Scott, por su parte, le añadió contexto: «En China lo verían como un hombre del pueblo; en Francia están absolutamente divididos y en Italia no sé, ¿cuántos presidentes han tenido desde la guerra? ¿Más de cien? Depende de la nacionalidad». De nuevo, eso sí, España ausente en su reflexión. No así para el actor americano, que recordó también lo sucedido por estas tierras que ayer pisaba: « Lo hicisteis muy bien echando a los ocupantes franceses, es impresionante, fue su primera gran derrota en Europa. Y además, eso os condujo a una nueva Constitución», remató el intérprete. La ausencia de ese episodio no le sorprendió. Al fin y al cabo, recordó que estuvo una semana leyendo todo lo posible sobre la batalla de Marengo, que en la película Ridley Scott se ventila en un minuto. «Parte de mi trabajo es decidir cuánto tiempo es demasiado tiempo y dónde está la historia», se justificó el cineasta, que le llevó la contraria al actor incluso en el atuendo: frente a lo digamos ‘casual’ de Phoenix, Scott apareció ante la prensa con un pañuelo de Prada, un jersey Barbour y un reloj naranja de Breitling. Por la noche ya aparecieron de gala en un acto en el Museo del Prado junto a 400 invitados, que fueron recibidos por un grupo de infantería y caballería napoleónica.
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