El Brujo ha reconocido sentirse muy honrado con este galardón: «Mi estilo es el Corral, yo soy un artista de pueblo», ha afirmado, y ha añadido que durante toda su trayectoria ha querido «conectar con el público para sobrevivir: era consciente de que si la gente se levantaba a aplaudir, me volvían a contratar al año siguiente». En eso se siente, confiesa, «completamente emparentado con los cómicos que venían a Almagro durante los siglos XVI, XVII y XVIII a actuar aquí, pues tenían que captar la atención del público y no la de los políticos ni la de los críticos porque no existían».
La relación del actor con Almagro viene de largo, dice: «He venido cientos de veces desde aquella primera que representé ‘¡Viva el Duque, nuestro dueño!’, de José Luis Alonso de Santos, cuando ni siquiera había festival. Descubrí que existía el Corral de Comedias y me quedé emocionado. Luego he vivido aquí momentos muy emocionantes como una semana completa con ‘El Lazarillo de Tormes’, y ya después me empezaron a llevar en la sala AUREA porque allí cabe más gente».
Los clásicos son un amor tardío pero que le han dado la vida sin buscarlo, asegura. Ha rememorado cómo una vidente en Valencia le aventuró que él tendría un ‘don’ para representar a estos autores; él piensa que ese don es «revelar los textos: en los clásicos siempre hay un espíritu dormido que no todo el mundo capta, ni siquiera los filólogos».
Esta tarde, en el acto de entrega del Premio Corral de Comedias, se reencontrará con Jesús Cimarro, actual director del Festival de Mérida y con el que fundó la productora Pentación, en la que también participaba Enrique Salaberría, recientemente fallecido. «Para mi fue un shock porque siempre ha estado, como Cimarro, en mi vida teatral. Los tres empezamos juntos aunque después vinieran los líos de familia… También me acordaré de Gerardo Malla, que era un Marsillach bis: dirigía con un preciosismo virtuosista. Al contrario que Fernán Gómez, que se dormía durante el ensayo. Pepe Rubianes, Santiago Ramos, José Pedro Carrión… todos han sido muy amigos míos. Pasan las cosas, pero el Corral queda».
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