Para algunos es duende; otros lo llaman magnetismo; algunos, don; para muchos es simplemente personalidad. Hay muchas maneras de referirse al carisma y difícilmente puede hallarse una definición que haga justicia a lo que nos hace sentir: «Especial capacidad de algunas personas para atraer o fascinar», dice la RAE. Debe tener razón, pero habiendo escuchado el recital de la soprano Sondra Radvanovsky junto al pianista Anthony Manoli en el Liceo, nos parece una frase demasiado aséptica y fría. Porque Radvanovsky atrae y fascina a sus adeptos de Barcelona, sí, pero lo de poner a todo el público —platea y cinco pisos— en pie al tercer bis es jugar en otra liga.
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Música:
Rachmaninov, Strauss, Liszt, Giordano y otros. -
Intérpretes:
S. Radvanovsky, soprano; A. Manoli, pianio. -
Fecha:
18 de diciembre. -
Lugar:
Gran Teatro del Liceo.
A estas alturas, huelga decir que la cantante estadounidense es en la actualidad una de las favoritas del Liceo.Más de una década de presencia habitual en este escenario acreditan una relación estrecha con la ciudad, que la soprano ha venido a ratificar al establecer en la capital catalana su residencia europea. Ha llovido muy poco, aunque haya pasado bastante tiempo, desde la ‘Norma’ que nos dejó boquiabiertos, y en este tiempo su voz ha ido madurando y evolucionando. Sigue siendo impresionante, pero ahora en el escenario tiene cada vez más peso el mencionado carisma, esa relación especial con los espectadores. En su recital, Radvanovsky optó por jugar la baza de la complicidad y el recuerdo a su difunta madre.
Umberto Giordano y su aria ‘La mamma morta’, de la ópera ‘Andrea Chénier’ cerraron un programa que iba, según explicó la propia cantante, de la pérdida al amor. La pérdida de la madre y el amor que surgió tras esa pérdida, ya que tras su divorcio, hoy la pareja de la artista es el médico que atendió los últimos meses a su progenitora: «Intentando salvarla a ella, me salvó a mí», contó desde el escenario. Una de las funciones de la ópera de Giordano en Barcelona fue la última que su madre presenció, ya que poco después fallecería y Radvanovsky tendría que cancelar las representaciones que quedaban para hacer el duelo.
Sin lugar a dudas, fue un broche ideal para un repertorio que arrancó con Purcell y Händel, recuerdo de los tiempos de estudiante de Radvanovsky, para proseguir con varias canciones de Rachmaninov. Hasta ahí, la soprano de desenvolvió con seguridad pero sin toda la soltura que podíamos esperar. Pero entonces llegó Strauss, y su interpretación fue de lo mejor de la noche. Un ‘Morgen’ cantado pianissimo pero con una proyección perfecta, un ‘Allerseelen’ y un ‘Befreit’ para el recuerdo… Los ‘Sonetos de Petrarca’ de Liszt fueron un derroche de buen gusto, y la canción ‘If I had known’, de Jake Heggie sobre una letra de la propia cantante acabaron de redondear un programa emotivo y ejecutado con total solvencia.
Manoli supo dar en cada momento la atmósfera adecuada a cada pieza, no como simple acompañante, sino haciendo música al lado de Radvanovsky. Ambos se tomaron no pocas licencias, especialmente con el repertorio barroco, pero siempre con buen gusto y con clara intención de llevar el agua a su molino, sin forzar las partituras. De propina, tres bises tan previsibles que en voz de cualquier otro intérprete habrían parecido incluso chabacanos, pero que con el carisma de Sondra acabaron poniendo a todo el teatro en pie: ‘O mio babbino caro’ y ‘Vissi d’arte’ de Puccini, y ‘Pace, pace, Dio’, de Verdi. Detallazo final el de sacar al escenario a Xesca Llabrés, maravillosa regidora que ha puesto orden entre bambalinas (si es que ello es posible) durante los últimos 35 años y que, con esta velada, se despedía para disfrutar de una merecidísima jubilación.
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