Vuelven los noventa y, albricias, los Pixies tocan de nuevo en sala. No en un festival mastodóntico o en esa caja de zapatos postindustrial que es el Sant Jordi Club, escenario de sus últimas gestas, sino en una sala. Con sus entradas agotadas, sus gozosas apreturas y sus dosmil y pico personas felizmente asardinadas y encadenadas al grito de ‘Hey’. Como en 1991, cuando actuaron por última vez en lo que entonces se llamaba aún Zeleste. Sólo que no. Porque, tres décadas después, estos Pixies son otra cosa. Viejos magos con oficio y trucos de sobras conocidos. Médiums de sí mismos y de ese quinquenio glorioso que les vio doblegar el rock con ‘Come On Pilgrim’,’Surfer Rosa’, ‘Doolittle’, ‘Bossanova’ y ‘Trompe Le Monde’, pilares maestros en esta noche de estreno de su nueva gira europea. De ahí salen 27 de las 32 canciones que suenan en Razzmatazz. Casi nada. Próximas paradas, el Low Festival y l as Noches del Botánico. Ni rastro, por ejemplo, de ‘Doggerel’, disco de finales de 2022 del que hace un año tocaban hasta una decena de canciones. Tampoco es que nadie lo eche de menos, la verdad. Máxime después de una primera media hora en la que encadenan, casi del tirón y sin frenos, ‘Gouge Away’, ‘Wave Of Mutilation’, ‘Monkey Gone To Heaven’, ‘River Euphrates, ‘I’ve Been Tired’ y el ‘Head On’ de The Jesus and Mary Chain. Palabras mayores. Himnos selváticos y distorsión a chorro para reactivar la memoria a puntapiés. Antes siquiera de empezar, Frank Black se sienta en la tarima de la batería para rasgar con cierta desgana el primer acorde de ‘Gouge Away’. ¿Mal augurio? Veremos. Con Emma Richardson cubriendo la baja de Paz Lenchantin, sustituta a su vez de la insustituible Kim Deal, y a veinte años de esa reunión contra todo pronóstico que devino provechosa y algo redundante resurrección, los Pixies son esta noche antología y retrovisor. Festín retrospectivo, surf galáctico y oleadas de nostalgia con momentos de evidente piloto automático. Abrasiones de electricidad, voces (a ratos) aún maníacas. Chaparrón de himnos clásicos y un tupido velo sobre esa última década de discos menores y fácilmente olvidables. Horas antes de subir al escenario anuncian disco nuevo para otoño, ‘The Night The Zombies Came’, y adelantan las intrascendentes ‘Chicken’ y ‘The Vegas Suite’, pero ahí acaba casi toda conexión con el presente. Ahí y, bueno, en ‘Death Horizon’, otra de esas canciones que el público aprovecha para repostar y ojear el móvil. A estas alturas, queda claro, los Pixies son historia, sí, pero sobre todo son su público: las gargantas inflamadas de ‘Vamos’, los puños en alto de ‘Velouria’, el conato de pogo con ‘Gravity Jones’, el éxtasis eléctrico de ‘Where Is My Mind?’, los brincos olímpicos de ‘Debaser’… Así que lo que marca la diferencia ya no es tanto lo que pasa en el escenario, a ratos fabuloso, a ratos funcionarial, como la energía que se genera a pie de pista. Y la buena noticia es que, ya se sabe, en una sala de dimensiones razonables todo se amplifica y magnifica. ¿Los alaridos de ‘Caribou’? Imponentes. ¿El jolgorio de ‘Here Comes Your Man’ ? Demencial. Noticia Relacionada estandar No Muere Steve Albini, icono del rock independiente y legendario productor de Nirvana y Pixies David Morán El también líder de Shellac, banda que tenía que actuar en unas semanas en el Primavera Sound, ha muerto de un infarto a los 61 añosLa no tan buena es que viéndolos sacudirse de encima de cualquier manera ‘Nimrod’s Son’ e ‘In Heaven’, canciones que piden sangre y colmillo, es inevitable preguntarse cómo serían las cosas en 1989 o 1991, cuando Black, Joey Santiago y David Lovering aún no tenían pinta de profesores de instituto aburridos y las canciones les ardían de verdad en las manos. Porque las brasas de ‘Planet Of Sound’, ‘I Bleed’ o el ‘Winterlong’ que le birlaron a Neil Young aún calientan, sí, pero cada vez menos.
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