Tras el huracán de glamur de Dua Lipa y la nostalgia alternativa de Smashing Pumpkins de ayer, el segundo día del Mad Cool se agarra a este último plan para salvar por la campana del grunge la papeleta de un día que sería muy poco excitante si no. Bienvenidos así Pearl Jam al festival madrileño, segunda vez ya, ojo, y poco más, con unos Keane (poderosa flor de un día de hace veinte años, sonaron estupendamente melancólicos y con afición), Mando Diao (han tocado tanto en España que temo encontrármelos debajo de mi cama alguna vez), el también viejo conocido del lugar y soulman Michael Kiwanuca (que sigue abriendo las tardes, un superclase) y una vertiente tecno con la que el festival aspira a abrir nueva veta.
Pero se abrió el telón. Y salieron a escena el gran reclamo de Seattle, que abrió con la punkarrada de ‘Lukin’ seguida de ‘Corduroy’, con un gran solo de guitarra que se oyó con altibajos. Y aquí ya percibimos un problema, el sonido se iba y venía provocando desniveles y casi interferencias debido quizá al leve viento (lo grave es que casi no hacía viento, una brisa…), quizá por el manejo del volumen también de los técnicos, con la banda dándolo todo pero con una blandura sonora muy deficiente en muchos tramos y canciones enteras.
«¿Cómo estáis? Somos amigos. No os veo muy bien, ¡os veo fantásticos!», dijo Eddie Vedder leyendo una hoja en un simpático castellano, para luego darle un trago a una botella de vino. En otro momento, elogió a España, a Madrid como «ciudad legendaria», se acordó de Javier Bardem y dedicó una canción a Miguel Ríos y su hija. «No se puede encontrar otro hombre mejor», dijo sobre él en un momento casi surrealista. El tema de sacar la hoja cada poco rato para hablar en español y presentar a la banda o contarnos cosas estuvo bien al principio y luego… seguramente no tanto, pausaba demasiado el show.
Un Vedder, muy juvenil a sus casi 60 años luciendo una gorra con visera hacia atrás y camiseta de fútbol americano, que se entregó en el concierto junto a sus compinches míticos para tratar de escapar airoso en una lucha contra los elementos que le salió de milagro, pero estuvo cerca de hacer un Red Hot Chilli Peppers como el año pasado, que fue un fiasco. En un repertorio distinto al de su show previo en Barcelona, cayeron grandes clásicos como ‘Given yo fly’, ‘Daughter’ o ‘Even flow’ y algunas de su último de este año ‘Dark matter’.
Uno de los momentazos y casi punto de inflexión para llevar la noche por buen cauce fue la emotiva ‘Black’. Ante 57.621 personas de aforo (no todos estarían en este escenario de los varios que hay en el Mad Cool), la gran banda del grunge que queda vivita y coleando (aciago y casi coherente destino de la escena) fue a por todas en el último tramo con ‘Better man’, ‘Do the evolution’ o un ‘Alive’ muy coreado. Así gran banda de rock salvó la papeleta a base de actitud y pundonor. Salieron ‘Alive’ de milagro (perdón) y se crecieron ante un sonido desvaído que merece un análisis técnico por parte del festival, porque no es la primera vez. Mérito, por tanto. Y el público apoyó al grupo con su voz coreando los hits, sobre todo en la segunda mitad. Dos horas de unión ante la adversidad y garra. Lástima el plano sonoro, porque podría haber sido algo arrollador.
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