No hay droga legal en el mundo que mueva más dinero que la nostalgia. Da igual lo arriba que haya terminado una historia, si es rentable, también es susceptible de estirarse y estirarse hasta que, de tanto tensarse, se rompe. Hay ejemplos a patadas, y ‘Cazafantasmas: Imperio helado’, que se estrena este viernes en cines, aspira a entrar en la historia de las psicofonías. Si hace tres años Jason Reitman, hijo de Ivan, recogió el testigo de su padre con la secuela ‘Más allá’, ahora se lo cede a su amigo e íntimo colaborador Gil Kenan, que asume la dirección de esta continuación para conectar el pasado con el presente y regalar a las nuevas generaciones algo de la magia de aquella cuadrilla de amigos que, vestidos de fontaneros, con una mochila de protones y a bordo de un ECTO-1 salvaban a Nueva York de las amenazas paranormales. Paul Rudd, acostumbrado a las mallas de Marvel , se pone aquí ese traje y aprende también a encajar en el de padre. «No sé si a Hollywood le faltan ideas, pero desde luego es mucho más difícil conseguir que paguen por las que son nuevas. Es un milagro que se haga una película, sobre todo si es algo que no se ha probado que funciona o si es un reto», dice el intérprete, de visita en Madrid, sobre la sobreabundancia de ‘remakes’ y el gran desafío de estrenar algo inédito. «La nostalgia siempre va a estar ahí. Siempre va a haber alguien que diga: ‘Es que antes esto era mejor, yo era un niño cuando esto sucedió y era una maravilla o llevo a mis hijos para que experimenten por primera vez lo que yo viví antes’. Esto siempre les va a gustar a los estudios, hasta que venga la inteligencia artificial, con su potencial para poder eliminarnos a todos, y acabe con la nostalgia», advierte el actor a quien le deprime pensar que «la IA viene a por todos nosotros». Hay cosas más optimistas, como el regreso de parte del reparto original. Lo más increíble de ‘Cazafantasmas: Imperio helado’ no son las presencias sobrenaturales sino comprender que actores como Bill Murray, Dan Aykroyd y Ernie Hudson sean de carne y hueso. «Es intimidante verlos caminar a tu lado como gente normal. ¡Son leyendas!», reconoce Finn Wolfhard, el niño que lideró la pandilla de ‘Stranger things’ y ahora uno de las nuevos talentos, junto a Mckenna Grace, que reactivan la franquicia. El intérprete, dotado con una habilidad casual para tropezarse con personajes de los ochenta, no había nacido cuando los veteranos actores le echaban un pulso a los viscosos fantasmas y, ahora, comparte aventura, de tú a tú, con estos «mitos». El reto, más que resucitar una saga que nunca murió, era no empañar el recuerdo. «Cuando se hicieron las películas originales, las cosas eran diferentes. Eran un grupo de amigos, trabajaban juntos, eran jóvenes, trataban de hacer cosas nuevas. Los tiempos han cambiado y estamos hablando de leyendas (…) Todos estábamos muy impresionados con los cazafantasmas originales y poder ponernos los trajes; estar de pie junto a estas estrellas era ya algo increíble. Estando junto a ellos, lo único que pretendíamos era no estorbar porque teníamos la sensación de que no nos habíamos ganado ese lugar, los cazafantasmas eran ellos», confiesa Rudd, estrella consolidada del cine de superhéroes pero impresionado como un debutante durante el rodaje. Lo respalda Wolfhard, para quien era ineludible encontrar un tono nuevo, con el clásico humor pero menos irreverente, más familiar, adaptado a los nuevos tiempos. «Es muy difícil replicar lo de 1984, sería un insulto intentar imitar exactamente lo que hicieron en ese momento», reconoce.Kenan, guionista de la anterior secuela, admite que su aproximación a la franquicia es «como amante de la película, como un fan». Recuerda el director que ‘Cazafantasmas’ fue la primera película que vio en el cine, con su padre, cuando tenía siete años. Ahora asume la responsabilidad de estar a la altura de ese recuerdo de infancia y también de honrar el encargo de su mejor amigo y socio, Jason Reitman, que se apartó de la dirección tras la muerte de su padre, el cineasta que hizo posible, en sus orígenes, esta historia.
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