InicioMúsicaMuere Shane MacGowan, leyenda del rock irlandés, a los 65 años

Muere Shane MacGowan, leyenda del rock irlandés, a los 65 años

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Llevaba años ganándole manos a la parca, esquivando con pericia el jaque mate definitivo y viviendo la vida trago a trago, pero la última foto que su mujer, Victoria Mary Clarke, compartió hace unos días desde el hospital ya dejaba claro que la estrella de Shane MacGowan empezaba a apagarse. El último rebelde del folk irlandés, furioso expunk que exprimió hasta la última gota de la tradición para escupírsela en la cara al rock a través de su maltrecha dentadura, plegaba velas.

Han sido meses entrando y saliendo del hospital, aquejado de una encefalitis viral y de años, décadas, de concienzuda autodestrucción, hasta que este jueves ha pasado lo que tenía que pasar y MacGowan, leyenda de la música irlandesa, ha fallecido a los 65 años. «Let me go, boys, let me go, boys / Let me go down in the mud, where the rivers all run dry», que cantaba en ‘If I Should Fall from Grace with God’.

Arriba las Guinness, violines al aire y ‘Sally Mclennane’ a todo volumen para despedir al líder y cabecilla de los Pogues. Un poeta iconoclasta y salvaje, ídolo nacional al que la muerte, maldita sea, le pilla casi a las puertas de la Navidad, fecha doblemente señalada (hubiese cumplido 66 años) en la que borrachos y abstemios de medio mundo volverán a alzar sus copas mientras corean el estribillo de la calcinada y genial ‘Fairytale Of New York’. El mejor villancico del mundo y una de esas canciones en las que MacGowan se exhibía como compositor superdotado y poeta capaz de abrillantar la mugre hasta, verso a verso, convertirla en oro.

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¿El chapero londinense de ‘The Old Maid Drag’? ¿El borracho tullido de ‘A Pair Of Brown Eyes’? Todos huérfanos. Todos tristes. Luto en Temple Bar, donde ya no sonarán más versiones de ‘Dirty Old Town’ que la suya.

Bala perdida a escala planetaria y pegamento que unió a The Dubliners y los Sex Pistols, Shane MacGowan llegó al mundo el día de Navidad de 1957 y no tardó en descubrir que el alcohol sería su gasolina. Siendo poco más que un crío ya se agarró su primera cogorza y desde entonces encadenó resaca tras resaca mientras fintaba una infancia genuinamente irlandesa marcada a fuego por el pecado, los ecos revolucionarios de una familia simpatizante del IRA y la Guinness fluyendo como agua del grifo.

En Londres, ciudad refugio a la que escapó buscando ser alguien, se convirtió en una suerte de influencer punk avant la lettre que, con su piñata bombardeada y esa oreja sangrante que alguien le mordió con saña durante un concierto de The Clash en 1976, encajaba a la perfección en los fanzines de la época. Normal que su primer arreón musical fuesen The Nips (o The Nipple Erectors, como empezaron llamándose), una estridente y nerviosa banda de punk tras la que llegaron, desafiantes y magnéticos, The Pogues, contracción de ‘pogue mahone’, ‘bésame el culo’ en gaélico. Música tradicional irlandesa servida con furia punk, ritmo atropellado y agresividad tabernaria. En esa liga, que nadie lo dude, MacGowan no tenía rival. El alcohol, claro, seguía ahí: según la leyenda, para cerrar su primer contrato con Stiff Records sólo hizo falta poner una caja de Guinness encima de la mesa.

La banda se estrenó en 1984 con ‘Red Roses For Me’, pero fue ‘Run, Sodomy And The Lash’, publicado un año más tarde, cuando el talento de MacGowan explotó. Elvis Costello, productor del disco, aseguró que su trabajo simplemente fue sentarse y «capturar al grupo en su ruinosa gloria, antes de que algún productor más profesional lo fastidiase». Fueron años de borracheras sin fin, conciertos despendolados, escapadas a Almería para rodar ‘Straight To Hell’ junto a Jim Jarmusch y Joe Strummer, lecturas atropelladas de cualquier cosa que cayese en sus manos, y canciones memorables nacidas de la rabia y la majestuosidad; del amor más brillante y la marginalidad más oscura. Fue también entonces cuando MacGowan se convirtió en artista de artistas y en favorito de Tom Waits, Nick Cave o Bruce Springsteen. Este último incluso le visitó en su casa en año pasado, cuando pasó por Dublín con la E Street Band.

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‘Fairytale Of New York’, una fábula con aires de villancico e influencia notable de ‘Érase una vez en América’ grabada junto a Kirsty MacColl y publicada en noviembre de 1987, fue su mayor hito comercial (salvo, probablemente, para toda esa generación que creció en los noventa escuchando ‘Fiesta’ en discotecas infectas) y un prodigio narrativo con guiños a John Ford y esa Irlanda imaginario que cobró forma en la diáspora.

A partir de ahí, lo de siempre: drogas, alcohol, envidias; más drogas, más alcohol; un disco (aún) d ensueño como ‘If I Should Fall from Grace with God’, primeros síntomas de agotamiento y hartazgo definitivo: en 1991, hartos de que apenas se tuviese en pie en los conciertos (eso cuando salía a escena), The Pogues despidieron a MacGowan y llamaron a Joe Strummer para remplazarle temporalmente.

MacGowan volvió a la carga con The Popes, aunque nada volvió a ser lo mismo y, entre discos menores, accidentadas reuniones de The Pogues y un documental sobre la reconstrucción de su dentadura, el irlandés ingresó en el siglo XXI convertido en santo bebedor, leyenda pendenciera y músico echado a perder por una vida de excesos. En 2020, Julien Temple y Johnny Depp le hicieron una película, ‘Crock Of Gold’, que sonaba a epitafio y despedida; una cinta tan divertida como terriblemente triste que venía a decir que Shane era en realidad tan tímido que lo único que quería esconderse, lo mismo daba detrás de una canción o de una ronda de pintas. Ahora seguro que nadie podrá encontrarlo.

Content Source: www.abc.es

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