«Diseñar es ver la vida con lupa». Estas palabras de Miguel Milá reflejan a la perfección sus intenciones y objetivos a la hora de acercarse a lo que fue siempre su pasión, su ilusión y también -a veces rara rima- su profesión. Una personal mirada al oficio del diseño en la que cada detalle, cada elemento, cada paso, debía ser considerado con toda atención y cuidado. No se trataba, pues, solo de crear funcionalidad, sino que igualmente el fin era mejorar el modo y en el estilo de vida de las personas.
Hoy martes ha fallecido en Bilbao, a la edad de 93 años, Miguel Milá, sin ninguna duda una de las figuras pioneras más importantes del diseño español. Nacido en Barcelona en 1931, pertenecía a una conocida familia de la alta burguesía barcelonesa, igualmente relacionada con las artes: su tío Pedro Milá Camps fue quien encargó a Antonio Gaudí el proyecto de realizar la famosa Casa Milá, también conocida como La Pedrera, y, por otro lado, su hermano Leopoldo fue también una notable figura del diseño industrial en nuestro país. A lo largo de su extensa y productiva trayectoria recibió gran número de premios, galardones y reconocimientos, desde el premio Nacional de Diseño en 1987, hasta el prestigioso Compasso d´Oro Internazionale en 2008 o asimismo la Medalla al Mérito en las Bellas Artes, lo que le convierte quizás en la figura más laureada de toda la historia del diseño industrial a nivel nacional.
Pese a su avanzada edad continuó en activo hasta prácticamente la actualidad, tal como demuestra la espléndida exposición retrospectiva, ‘Miguel Milá I Diseñador (pre)industrial’, la más importante realizada en España sobre su figura, en la Sala Fernán Gómez del Centro Cultural de la Villa, que tuvo lugar hace unos meses dentro de la séptima edición del Madrid Design Festival, en cuyo montaje y organización participó activamente. Esa muestra, una completa panorámica de su vida y obra como creador, fue una excelente oportunidad de conocer todas las diferentes manifestaciones de su trayectoria creativa, en un amplísimo recorrido cronológico, abarcando cerca de setenta años de actividad como diseñador.
A principios de los años 50 iniciaría su carrera dentro de la creación visual como interiorista, junto a los arquitectos Alfonso Milá y Federico Correa. Posteriormente en 1957 creó una empresa de iluminación llamada Tramo (Trabajos molestos) especializada en la fabricación de series limitadas, creadas de forma casi artesanal, que daría lugar a diseños tan icónicos como las lámparas TMC o Cesta. Esta iniciativa supuso un avance fundamental hacia el desarrollo de la industria del diseño en nuestro país. Posteriormente Milá se implicaría también en la creación de otros proyectos empresariales pioneros, entre ellos Polinax, fundado por su hermano Leopoldo.
Una constante siempre presente en su concepción del diseño fue la búsqueda de la simplicidad, muy en la línea de la famosa máxima de Peter Behrens «menos es más», tan emblemática dentro de este universo de creación. Empleando materiales y recursos muy limitados y sencillos, que al principio de su carrera sería una necesidad y no una elección, dadas las enormes carencias materiales de España en aquella época, buscó sin cesar una gran depuración de formas. Para conseguir estos objetivos dedicó especial importancia a las tradiciones artesanales y a los procesos y técnicas manuales. Del mismo modo, esta característica se vincula con su compromiso con el taller como un espacio no solo de trabajo y producción sino análogamente como un lugar dinámico de experimentación y confluencia de ideas y miradas, con una clara dimensión humanista que quedará bien patente en todos sus trabajos.
El ámbito de creación de Milá abarcó una doble vertiente. Por una parte, el espacio doméstico, con numerosos ejemplos de muebles, como la icónica silla Salvador, y otros objetos, donde ese carácter humano, al servicio de las personas, le llevaría a aplicar un método práctico, enfocado en el usuario, y en el que los valores estéticos se alinean junto a una ética de lo cotidiano. Junto a ello, el espacio urbano, con la idea de combinar la comodidad, el servicio, con otros factores tales como el bienestar, y la interrelación. De nuevo, lo público como una consecuencia estética y ética. Una voluntad que quedaría asimismo muy bien representada por algunos de sus conocidos bancos y asientos urbanos.
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