El acordeonista y cantante Jorge Hernández tenía quince añitos recién cumplidos cuando en el verano de 1968 cruzó por primera vez la frontera con Estados Unidos para actuar en la prisión Soledad de California. Apenas llevaban unos meses tocando «entre tortas de pollo y frijoles» en una cenaduría de Los Mochis (Sinaloa), pero la necesidad los empujó a irse a la aventura a un territorio gringo convulsionado por el tsunami hippie para emular a Johnny Cash, que acababa de grabar su legendario concierto entre las rejas de Folsom. «Yo tenía miedo de estar ahí tocando entre los convictos, lo confieso. ¡Era un chamaquito no más! Pero había que ir porque nos venía bien el dinero. Aparte del restaurante sólo nos contrataban en alguna fiesta privada o para cantarle serenatas a las novias, y en este viaje podía salir alguna oportunidad», dice el músico mexicano mientras se acomoda en un sillón de la embajada de su país en España, singular y significativa sede de la promoción de la gira que llevará a Los Tigres del Norte en primavera a Madrid (4 de abril – Wizink Center), A Coruña (5 de abril – Coliseum), Barcelona (7 de abril – Auditori Forum, Guitar BCN), Bilbao (12 de abril – Bilbao Arena) y Pamplona (13 de abril – Navarra Arena).
La historia de esta formación fundada en 1968 no puede ser más fronteriza, ya que fue en ese viaje donde adoptaron el nombre por el que serían conocidos en todo el mundo, y con el que grabarían ochenta álbumes que les han valido siete premios Grammy y otros tantos Latin Grammy (récords que aún no ha igualado ningún otro artista mexicano). «Al llegar a la aduana el policía de inmigración nos miró con incredulidad. No le encajaba que unos niños fueran a actuar en una prisión, y nos preguntó con cara desconfiada cómo se llamaba nuestro grupo para apuntarlo en el visado de entrada al país. Llevábamos tan poco tiempo que no lo habíamos decidido, y el tipo se rió y dijo: «You are a bunch of little tigers, the little tigers from the north!». Le preguntamos «¿y qué quiere decir eso en español?», y respondió «los tigritos del norte». Le dijimos, «ok ponga lo que usted quiera», pero en el último momento se dio la vuelta y exclamó: «Presiento que se van a hacer mayores pronto, mejor Los Tigres del Norte»».
En la cárcel actuaron junto a otros compatriotas, todos contratados por «unos empresarios de Baja California en colaboración con el gobernador», cuenta Hernández. «Había mariachis, una cantante solista, dos solistas hombres, bailarinas, mimos y ventrílocuos, humoristas… Había muchos latinos encarcelados en el estado, y las autoridades intentaron alegrarles la vida por unos minutos. Pero el evento tuvo un aura de tristeza, o al menos ese es el recuerdo que yo tengo».
Allí mismo, en California, se obró el milagro que fueron buscando al cruzarse con una figura clave en la historia del grupo: un inglés llamado Arthur Walker que quedó fascinado al verlos actuar en San José. «No entendía ni una palabra de español -cuenta Jorge-, pero nos comunicamos con señas y nos hizo una oferta para grabar nuestro primer álbum con su sello Discos Fama. Así empezó nuestra carrera discográfica». Cuatro años después, en octubre de 1972, grabaron el single que los catapultaría a esa fama prometida por la compañía del enigmático personaje inglés, ‘Contrabando y traición’, y después iría llegando un hit tras otro, algunos de los más sonados dentro del género narcocorrido como ‘El jefe de jefes’ (homenaje a Miguel Ángel Félix Gallardo, fundador del cártel de Guadalajara), ‘El Zorro de Ojinaga’ (a Pablo Acosta, del cártel de Juárez) o ‘Muerte anunciada’ (al ínclito Pablo Escobar), canciones que siguen tocando a día de hoy salvo algún intento de censura puntual que han sabido torear con maña. «No hemos tenido problemas por cantar sobre los narcos, ni antes ni después de la corrección política», sentencia Hernández. «Tratamos de conservar nuestra línea hasta el último momento, incluso ahora que esos personajes se ven de manera tan distinta».
El líder de Los Tigres del Norte, que lidera una admirable fundación para la conservación y digitalización de las tradiciones musicales mexicanas en colaboración con la Universidad de Los Angeles, cree que vienen en el «momento perfecto» para hacer una gira europea (también pasarán por Londres) porque «se siente otro ambiente hacia la música mexicana, que vive una relevancia muy bonita» en buena parte gracias al meneo que Peso Pluma ha dado a la escena con los corridos tumbados que han conquistado medio mundo. «Nos ha beneficiado a todos», asegura Hernández. «Las nuevas generaciones tienen otros gustos, otras formas de divertirse, pero su éxito es positivo para toda la música mexicana y hay que tener la sabiduría de recibir las nuevas modas como un fruto de las semillas que los veteranos llevamos poniendo durante décadas. Hay que estar al día, a nosotros nos han invitado a hacer colaboraciones desde la escena urbana, y estamos en conversaciones para llevar a cabo algunas de ellas. Un día de estos daremos una gran sorpresa».
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