En Morón de la Frontera el tiempo pasa de forma diferente, un poco a contracorriente. Huele a verano en vez de a primavera y la Semana Santa, que llega con retraso por las lluvias, no debuta al grito de ‘viva la Virgen’, sino cuando alguien dice «¡rodando!». Será por el incienso, que filtra el sol sin tregua de abril en la localidad sevillana, rodeada de campos de olivo y salpicada con las casitas blancas típicas del sur de España.
El pueblo, de casi 28.000 habitantes, cuenta con categoría de ciudad, es típicamente andaluz y también tiene la singularidad de Rota pero un poco más lejos, por eso de compartir tierras, o afueras, con una base militar americana. Un cóctel lo suficientemente exótico para atraer a propios y a extraños, lleno hasta los mimbres estos días por la agitación del rodaje de ‘Cuando nadie nos ve’, la serie creada por Daniel Corpas y producida por Zeta Estudios que será el primer estreno original de Max (aún HBO Max) en España.
La ficción, adaptación de la novela homónima de Sergio Sarria dirigida por Enrique Urbizu, es un thriller que transcurre entre el Viernes de Dolores y el Viernes Santo, con negocios turbios, suicidios y nazarenos drogados. Pero es más. Es una serie que ha sacudido a un pueblo. Es un pueblo que celebra con ganas el regalo del rodaje, que le ha devuelto el lustro a una Semana Santa pasada por agua. «La base es la realidad, lo que hacen ellos en la procesión, el ritmo que tienen. Todo eso es con lo que nosotros empezamos a trabajar. No estamos desvirtuando ni tratando de cambiar nada ni de resultar irreverentes. Partimos del respeto a la realidad, de cómo son las procesiones en Morón, y a partir de ahí intentar reproducirlas con fidelidad», cuenta el cineasta, que reivindica «la mezcla» del misterio y el drama con «el sentido del humor costumbrista, cotidiano, de calle». Porque la serie, además de un thriller, son los secundarios, figurantes del pueblo, y las estrellas, de un reparto internacional con Maribel Verdú, Dani Rovira, Mariela Garriga o Austin Amelio.
Para el actor estadounidense, conocido por ‘The Walking Dead’, es su primera experiencia profesional en España. Le ha gustado especialmente eso de «los bocatas», cuenta chapurreando en el idioma patrio, pero lo primero que sintió cuando recibió el proyecto fue pánico. Claro que una cosa son los nazarenos en España, pero al otro lado del charco lo primero que les viene a la cabeza cuando se menciona a encapuchados vestidos de blanco es el Ku Klux Klan. «Cuando vi el guión pensé: ‘¿Qué es esto?’ Me asusté», explica. Luego, por fin, entendió. «No estaba seguro de lo que estaba viendo, pero lo encontré fascinante y hermoso. Cualquiera que sienta tanta pasión por algo es increíble», reconoce.
Maribel Verdú con tricornio
ABC visita esa cápsula del tiempo que es Morón de la Frontera un viernes, aunque allí, con la magia de la serie, es Domingo de Ramos. Después de dos meses de rodaje en Madrid toca volver al principio, porque en Morón se rueda el primer capítulo de ‘Cuando nadie nos ve’, que es la presentación del personaje de Maribel Verdú, la protagonista, vestida de gala de la Benemérita por primera vez en su carrera, tricornio incluido. «Me hace un daño… todavía tengo un surco, acojonante. Qué durito es en todos los sentidos», dice. Urbizu, atento a la actriz, con la que tenía ganas de trabajar, atraviesa el paso cada vez que ella le pide un aparte. «Soy una loca de la técnica, de los diálogos», aclara la intérprete. Luego el director, bastón en mano y sofocado por el calor, vuelve al oasis de su monitor, donde revisa que todo marche en orden acompañado de un muñeco mestizo, mezcla de Iron Man y nazareno, por el capirote improvisado.
«¡Silencio!», grita alguien del equipo. Y repite. «¡Silencio, se rueda!». Callar al medio millar de personas allí reunidas cuesta, al menos, un par de intentos. Y por fin suenan los bombos y timbales.
Pam, pam, pam. Pa-pa-pa-pa. Pam, pam, pam.
Avanza entonces el paso de la Borriquita, una de las hermandades que se representan en la Semana Santa de Morón y a la que le toca salir al sol ese viernes de rodaje. Lo hace en la calle principal de la localidad sevillana, que no es el recorrido habitual de la procesión pero lo será después de que los vecinos del pueblo, a través de petición oficial, hayan conseguido que a partir del año que viene salga por ahí, porque les ha gustado más la localización de la serie. A la tradición a veces le vienen bien los cambios.
La Borriquita madrugadora
Se respira alegría en Morón, con el pueblo vestido de gala, estrenando lo que las lluvias le impidieron una semana antes. Ha tocado madrugar, el paso de la Borriquita salió a las siete de la mañana de la Iglesia de los Salesianos, pero campa el buen humor, de los niños, de los mayores, y de los jóvenes, que se reúnen en grupillos y aplauden. Hay gente de todas las edades, algunos con el paso, otros entre el público, conmovidos. Los más privilegiados se reúnen en el exclusivo palco, junto a Verdú y Óscar Higares. «Hay un concejal, una chica de un bar… son personas que durante un año me han echado una mano. Estamos haciendo mucho eso, contando con ellos. La figuración que veis, los costaleros y nazarenos, son de la propia hermandad, por ejemplo», explica Rafa Caballero, jefe de localizaciones del equipo de ‘Cuando nadie nos ve’, que brilla por la crema solar recién comprada. Dice que están rezando para que no llueva, porque el rodaje en Morón son ocho semanas. El resto, diez, ha sido y será en Madrid.
Cuenta Caballero, responsable de encontrar las 54 localizaciones de Morón, que todos los enseres de la hermandad, «los cirios, las varas», son reales, pero la imagen solo lo parece, porque «por respeto» la creó de cero el departamento de arte. La colaboración ha sido absoluta, la entrega, todavía más.
Prueba de ello es Maribel Verdú, que, arrobada por la experiencia, a punto está de llegar a las lágrimas. «Qué malos son los prejuicios en esta vida. Me he emocionado tanto… nunca había vivido en persona nada de esto y ya tengo una cosa en mi vida, que es que el año que viene sí o sí en Semana Santa tengo que estar viendo algún paso. El silencio, ese silencio es…», se corta la actriz, coge aire y se tapa la nariz. «Mira, lo pienso y ves, me emociono. Ha sido… de no me lo creo. No se oye nada. Ha sido… guau. Estoy emocionada. Son de esas cosas que agradeces al cine que te lleve a lugares que tú si no… yo de qué voy a estar. Ya he hablado con un amigo sevillano que me ha dicho que el año que viene voy. Y es ahora mismo mi ilusión y mi sueño, vivir esto, porque da igual que seas o no creyente, es emoción, la música, no sé, nunca me esperé esto», cuenta, completamente sobrecogida. Y eso, como el tiempo, es también parte de la magia.
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