Enfrentarse a Goya, más que una osadía, es un suicidio. Es imposible torear ese miura y salir indemne. La artista Lita Cabellut, aragonesa como Goya (ella nació en Sariñena en 1961; él, en Fuendetodos en 1746), cogió el toro por los cuernos y decidió, «con humildad y admiración», enfrentarse a los ‘Disparates’ y hacer una «lectura artística» de ellos. Inconclusa y realizada entre 1815 y 1823, es la serie de grabados de Goya más enigmática y difícil de entender. La realizó poco antes de su exilio en Burdeos, cuando la Inquisición andaba tras sus pasos.
La Reina observa una escultura de Lita Cabellut, junto con la artista, Ernest Urtasun, Tomás Marco y Eloy Martínez de la Pera
Ha habido artistas que se han atrevido a trabajar con los ‘Caprichos’ (Dalí), la ‘Tauromaquia’ (Picasso) o los ‘Desastres de la Guerra’ (los Chapman). No ha ocurrido igual con los ‘Disparates’, que Cabellut siente como «las creaciones más primitivistas, disruptivas, crípticas y radicales de la obra de Goya y, al mismo tiempo, las entiendo como las narraciones más contemporáneas y las que mejor reflejan las carencias de la sociedad actual». Enfrentarse a Goya, confiesa, «me produjo un vértigo indescriptible. Estaba aterrorizada. Era una gran responsabilidad. Cuando subes una montaña y estás al borde de un precipicio, puedes caer al vacío, pero a veces el peligro es la única salvación. Goya me ha transformado como mujer, como artista y como persona».
La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando custodia entre sus tesoros las cuatro series de grabados de Goya, además de todas las planchas (excepto cuatro), que han sido restauradas y hoy lucen espléndidas en el Gabinete Goya. No hay, pues, una sede mejor para acoger la exposición ‘Goya X Lita Cabellut. Los Disparates. Mísera humanidad, la culpa es tuya’, inaugurada este martes por la Reina Letizia, acompañada por el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, y que permanecerá abierta hasta el 26 de enero de 2025. Caprichos o disparates del destino, en medio del tsunami Errejón que arrasa Sumar estos días, Urtasun pudo comprobar de primera mano cómo el de Fuendetodos, hace dos siglos, ya alertaba (él sí) de la violencia y el maltrato contra las mujeres, la falta de libertad y el miedo de éstas, la prostitución y el erotismo no deseado, entre otras bajas pasiones de la condición humana: el egoísmo, la brutalidad, la ignorancia, la marginación…
El nuevo proyecto artístico de Lita Cabellut tiene su origen en una catástrofe: la inundación que sufrió hace unos años la librería Bardón, cueva de Alí Babá para bibliófilos en Madrid. Entre sus joyas, una segunda edición de los ‘Disparates’ de Goya (1875-1877), que adquirió Cabellut. «Los ‘Disparates’ llegaron a mi vida. No creo en las casualidades. Las cosas pasan porque coges un camino y no otro. Esta carpeta, que sobrevivió a un naufragio, tenía que caer en mis manos», dice la artista. Se refiere a una carpeta verde, encerrada en una vitrina al comienzo de la exposición, que contenía los grabados de Goya y que aún conserva las huellas del bombero que los rescató del agua.
La artista se los llevó a su estudio de La Haya, que quedó «intoxicado» por Goya, al igual que ella misma. «En realidad, siempre estuvo en su pintura», puntualiza Eloy Martínez de la Pera, comisario de la muestra. Advierte que Cabellut comparte con el maestro «la misma pulsión, la misma pasión por la sociedad imperfecta que les tocó vivir. Hablan de lo mejor y de lo peor del ser humano: el maltrato a la mujer, la esclavitud sexual, el sectarismo en el mundo de la política; hacen una crítica de los poderes establecidos, pero también hablan de bondad, esperanza, belleza y verdad».
Siente Cabellut gran admiración por quien considera su maestro y «el periodista más valiente de este país»: «Conecté con Goya desde el primer momento. Siempre ha estado conmigo. Ambos dejamos España. Cuando me di cuenta de que quería ser artista, supe que tenía que ser como él veía la vida: observando y saliendo a las calles, traspasando la piel para llegar al músculo. Fue testigo de las mayores atrocidades, iba a su taller y dejaba testimonio de ello, sin juzgar, aunque le doliera. Creía en la humanidad».
Llegó a los Países Bajos con 19 años gracias a una beca en la Academia Gerrit Rietveld y se quedó en el país. Es una de las creadoras más cotizadas de nuestro país. Elegida artista de los Países Bajos en 2021 y ‘honoris causa’ por la Universidad de Barcelona, es su segunda muestra este año en Madrid. Entre mayo y junio expuso en Opera Gallery. En este nuevo proyecto, los coloridos lienzos de Lita Cabellut han dejado paso a una sinfonía de negros, blancos y grises: «Goya me ha enseñado que los negros no son negros, y todos los matices que encierran los blancos». Los ‘Disparates’ de Goya cuelgan junto a una veintena de obras de Cabellut: lienzos y esculturas de gran formato y cabezas deformes en unos altillos. De los grabados de Goya escoge elementos que le resultan conmovedores, aunque apenas sean visibles.
«No hay textil que resista a la pasión de Goya», dice Cabellut. Ha usado sargas, un material difícil que utilizó Goya, e incluso hay una escultura realizada con tarlatana, un tejido que se emplea para retirar el sobrante de la tinta con que se impregnan las planchas de los aguafuertes. Al final de la exposición, ‘Paisaje lleno de caricias’, un cuadro blanco (simboliza que, pese a todo, hay luz y esperanza) y una película que muestra su proceso creativo. Lita Cabellut, en estado puro, en pleno delirio.
«Goya me aportó todo, mi educación sobre la conciencia humana, sobre la ética; me enseñó a reconocer los claroscuros en los que vivimos –explica–. Goya me ha quitado el miedo a la oscuridad. Me enseñó a mirar a los fantasmas a la cara y a hacerlos pequeños. También a quererlos, porque son los nuestros». Para Cabellut, los ‘Disparates’ de Goya «quizá sea la obra más cruda e intensa, llena de esperanza y amor de toda su carrera. Es una bellísima carta de despedida, un homenaje al ser humano».
Entiende Cabellut el arte contemporáneo como una continuación del arte del pasado: «No inventamos, no creamos nada nuevo». Rinde tributo en su trabajo a los grandes maestros que siempre ha admirado: Velázquez, Rembrandt, Vermeer, Goya, Rothko… «Aquí hay mucho de Rothko, aunque no se vea», comenta. Con 13 años, en una visita al Prado con su familia adoptiva, esta artista gitana –abandonada por su madre a los 3 años y que pasó por un orfanato– tuvo una revelación al contemplar ‘Las Tres Gracias’ de Rubens. Sería artista. Y así fue.
Aunque lleva muchos años viviendo en La Haya, Lita Cabellut se siente «muy española; es un país muy rico». Las pinturas negras que vio aquella niña en el Prado «se quedaron para toda la vida. No me desprendí nunca de Goya». ¿Por qué los ‘Disparates’ y no sus pinturas negras? «Estamos viviendo en un disparate. Es lo que tocaba».
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