Paula e Isaac se conocieron haciendo películas, se enamoraron y creyeron que su vida en pareja quedaría protegida en una casa de campo aislada del mundo. Eso, hasta que Isaac cayó en la sima profunda de una depresión que dio al traste con su carrera de actor. Y de eso, de los abismos de la enfermedad mental, Paula ha escrito un guion para su primera película como directora. Aunque se llame Max en la ficción, el protagonista es Isaac y también su intérprete principal… Hasta que Paula decide que no es el adecuado y lo sustituya.
Llàtzer Garcia, autor de ‘Les mans’ (Las manos), pone deberes al público: «¿Pondrías en juego tu vida sentimental para salvar tu proyecto soñado?» La respuesta (afirmativa) de Paula desencadena una tormenta con Isaac, el hombre al que ama (o amaba), del que extrajo la sustancia humana para su película y al que condena al ostracismo profesional. De la controversia sobre la idoneidad de Isaac para encarnar su propia vida se pasa a deglutir la olla podrida de los detalles que han carcomido la armonía de la pareja. La casa refugio deviene en casa prisión; lo que fueron efusiones amorosas en tiranías narcisistas.
Dirigidos por Sílvia Munt, Ernest Villegas y Raquel Ferri, Isaac y Paula, bracean con energía emocional por el mar encrespado de una convivencia contaminada por los retos laborales. De las canciones de Otis Redding a la bronca melancolía de Tom Waits. Lo que podía haber sido un proyecto en común reforzado por el cine, convertido en ruda competición por el triunfo individual. Las imperfecciones del amor sometido a la realidad. ‘Las manos’ pueden unir dos vidas o estrangularlas. El autor deja la pregunta en el aire. Y, en el silencio la intimidad, la de ellos y la de cada uno de nosotros.
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