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La plastilina no se acaba y la esperada secuela de Chicken Run es la prueba

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El futuro del ‘stop-motion‘ está asegurado y el estreno previsto para este viernes 15 de diciembre en Netflix, es la prueba. Después de que el pasado noviembre surgiera la noticia de que una escasez de plastilina que podría poner en riesgo esta técnica de animación, el laureado estudio Aardman Animations, con sede en Bristol, Inglaterra, no sólo salió a desmentirlo sino que ahora vuelve con la segunda parte de la película animada en stop motion más exitosa de todos los tiempos: ‘Chicken Run: Evasión en la granja‘, que se convirtió en un filme de culto y que fue además la película de este tipo más taquillera de la historia, con más de 225 millones de dólares recaudados.

‘Chicken Run: Amanecer de los nuggets’ llega 23 años después de que aquella viera la luz. La historia sigue a Ginger, la intrépida líder de un grupo de gallinas valientes, quien, después de una audaz fuga de la implacable granja Tweedy, finalmente da con su anhelado sueño: un santuario pacífico en una isla lejana, aislada de los peligros del mundo de los seres humanos. La emoción se intensifica cuando Ginger y su compañero, Rocky, dan la bienvenida a su hija Molly, una adorable polluelita, la guinda del pastel de su cuento de hadas. Sin embargo, la tranquilidad se ve amenazada cuando la comunidad enfrenta una nuevo y aterrador peligro, que da lugar a una emocionante aventura.

Sam Fell, director de esta historia de las gallinas más famosas del cine, declaró, sobre su participación en esta secuela, que «hace 27 años, mis grandes amigos en Aardman se embarcaron en ‘Chicken Run’, su primer largometraje. Fue un hito importante para el estudio y resultó ser, en mi opinión, una obra maestra». Fell, que confesó que se sintió «emocionado y un poco intimidado» cuando le propusieron dirigir el proyecto, consideró sin embargo que era una oportunidad única. «Pero ¿cómo podría lograr algo que satisficiera a los fanáticos de la primera película y al mismo tiempo tuviera el atrevimiento de ofrecer algo nuevo para los tiempos actuales?», se preguntó. «Para resumir una historia muy larga, seis años después, finalmente hemos llegado a una película que sentimos que está a la altura de la primera», se felicitó, gracias a que desde «Aardman pusieron cada gramo de ingenio creativo y experiencia técnica que tenían». «Lo que crearon me dejó asombrado», opinó, «una verdadera maravilla del siglo XXI que demuestra la atemporal belleza mágica de la animación stop-motion mejorada con técnicas de cada período desde los inicios del cine; desde pintura mate de la vieja escuela hasta las últimas técnicas de producción virtual».

El equipo de rodaje, que consta de unas 1.400 tomas en total, de las cuales sólo 28 han sido generadas por ordenador, estuvo compuesto por más de 350 trabajadores. Entre los animadores hay varios de origen español, como María Ribas y Arnau Gòdia, que conversaron con ABC antes del estreno. «Somos los actores a través de la plastilina», dice Ribas, mientras que para Gòdia, «nuestro trabajo es ponerle emoción a estos personajes, y a través de las ideas que recibimos del director, canalizar toda la emoción que necesita cada momento y que los personajes transmitan estas emociones y sensaciones al espectador». Para ambos, su labor es «apasionante» y requiere no sólo atención al momento de darle vida a sus muñecos, sino observar constantemente lo que pasa a su alrededor. Así lo explica Gòdia: «Hay muchas cosas que como animadores sacamos de observar, en general, la vida, lo que te rodea y lo que vas probando tú cuando quieres hacer un movimiento que luego quieres que lo haga el personaje».

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Fotograma de ‘Chicken Run: Evasión en la granja’

Ribas señala que «animar en stop motion es bastante técnico, también en el sentido de que estás descomponiendo un movimiento. Es decir, a veces estás haciendo un caminado y dices ‘vale, necesito dos poses hacia arriba y luego la pierna empieza hacia delante’. Todos los movimientos que ves los vas descomponiendo. Y después llega esa satisfacción de que después de tal descomposición, lo ves todo y dices ‘madre mía, está caminando, está respirando, lo puedo ver, he conseguido que respire, que hable, que esté triste, que se emocione’».

De ver la primera a trabajar en ‘Chicken Run’

Ambos vieron la primera película de pequeños. «Yo la vi con 10 años y Arnau con 7. Y ha sido fundacional en nuestra infancia», dice Ribas, para quien «personalmente ha sido una suerte que hayan tardado 20 años en hacer esta otra película, porque creo que si hubiera sido antes, yo no hubiera tenido oportunidad de trabajar en ella».

Además, en dos décadas hay muchas cosas que han cambiado. «En cuanto a técnica, disponemos de softwares que nos ayudan mucho a poder ver exactamente lo que está viendo la cámara y poder tener guías que nos ayuden a saber hacia dónde van los movimientos que tenemos que hacer. El avance técnico creo que se ha notado en todos los departamentos, ya sean movimientos de cámara, materiales que hemos utilizado, y a nivel de producción también», dice Gòdia.

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A ambos, que se mostraron contentos e ilusionados con el hito conseguido, les dio la risa cuando leyeron la noticia sobre las escasez de plastilina, ya que saben que tiene trabajo para mucho tiempo.

Content Source: www.abc.es

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