Que en las postrimerías del año 2023 se estrene una obra fechada aproximadamente en 1628 (prácticamente cuatro siglos más tarde), y además de Lope de Vega, es sin ninguna duda todo un acontecimiento. La insólita historia del ‘descubrimiento’ de este texto es ya conocida. El manuscrito de ‘La famosa comedia de La francesa Laura‘ se encontraba en la Biblioteca Nacional y gracias a un proyecto con Inteligencia Artificial que llevan a cabo Álvaro Cuéllar, de la Universidad de Viena, y Germán Vega García-Luengos, de la Universidad de Valladolid, se pudo determinar , con una fiabilidad superior al 99 por ciento, que llevaba la mano de Lope de Vega.
Pero una obra teatral no se completa hasta que sube al escenario, su principal razón de ser. Y aunque sea cuatro siglos más tarde, hay que saludar con alborozo que lo haya hecho esta historia de amores cruzados -con la paz entre Francia e Inglaterra tras un conflicto bélico, probablemente la Guerra de los Treinta Años- que escribió el Fénix de los Ingenios mediante silvas, romances, sonetos, redondillas, octavas, décimas… Versos sólidos, brillantes, hermosos en muchas ocasiones; personajes consistentes -especialmente los femeninos, sello característico de Lope: «Fuera de que a las mujeres / les sobran tantas hazañas, / que en las armas y las letras / envidia a los hombres causan». Y ha sido precisamente una mujer, Marta Poveda, familiarizada -y enamorada- desde hace años con los personajes femeninos de Lope y demás autores del Siglo de Oro, quien ha dado el salto a la dirección con este espectáculo, presentado por la animosa y emprendedora Fundación Siglo de Oro, que dirige Rodrigo Arribas-.
Se trata de un montaje necesariamente modesto -las posibilidades de dicha Fundación lo son-, en el que Marta Poveda ha subrayado la humanidad, y por tanto la fragilidad, de los personajes; sus contradicciones, sus miserias. Y lo hace a través del cuidado de la palabra, de la claridad de las acciones -la escenografía es una réplica del Corral de Comedias de Almagro-, y aportando gotas de modernidad mediante movimientos escénicos casi de danza en algunas transiciones. Logra con ello dotar a la función de una adecuada temperatura y un ritmo que, salvo en algún momento, no decae, y que nos presenta a un Lope de Vega tan clásico como contemporáneo.
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