Un día antes de llamar a Lucía Pérez Gerardi (Mendoza, 1988), varios amigos comen en un restaurante de Madrid. El que firma este artículo comenta de pasada que, a la mañana siguiente, va a entrevistar a Luli Pampín, el personaje infantil que se esconde tras esta cantante y bailarina española de origen argentino. Todos los presentes permanecen impasibles, nunca han escuchado hablar de ella. Todos, a excepción de Daniela, la hija de 3 años de uno de ellos, que sonríe emocionada y se le ilumina la cara como si Papa Noel se le hubiera aparecido allí mismo.
«¡Ay, qué lindo! ¡Qué ilusión!», exclama la artista, cuando le describo la escena, como si todavía se sorprendiera del éxito que ha conseguido y que se fue gestando mientras servía en el Ejército de Tierra español. Además, Pérez Gerardi esconde una historia sorprendente hasta que Luli Pampín se convirtió en el fenómeno infantil que es hoy. Al preguntarle por el número de reproducciones que acumula en la actualidad, responde con cierto pudor: «Pues… la verdad, entre todas las plataformas y perfiles en las redes sociales… no sabría qué decirte. En YouTube son casi 10.000 millones de visualizaciones».
Su canal en la plataforma de vídeos, con cerca de 15 millones de suscriptores, confirma el dato. Cada día suma ocho millones de visualizaciones, con canciones nuevas que escribe y sube cada semana, la mayoría con títulos muy didácticos, como ‘Lávate las manos’, ‘Los cinco sentidos’, ‘Me siento bien, me siento mal’ y ‘Yo solo sé que no lo sé y preguntaré para aprender’. A pesar de ello, es prácticamente imposible encontrar información de su vida más allá del personaje que creó cuando, en 2013, nació su primer hijo, Mateo. «Me he cansado de hacer entrevistas, la verdad, y en ellas nunca me gustó hablar de mi vida personal. Prefiero centrarme en mi trabajo, aunque a veces hable de mi maternidad y cómo la compagino en la vorágine que llevo», reconoce.
El camino hasta llegar aquí, sin embargo, fue largo. La artista es la segunda hija de cinco hermanos. Nacida en la barriada de Guaymallén, su infancia está marcada por las canciones de María Elena Walsh –«mito viviente y blasona de casi todas las infancias», según la prensa argentina– y las coreografías de Xuxa, su gran referente. También por las producciones infantiles de mediados de los 90, como ‘Chiquititas y Cebollitas’. En esa época su padre trabajaba en la industria petrolera, en YPF, lo que obligó a la familia a trasladarse durante tres años a la provincia de Salta.
El «corralito»
En 2001, sin embargo, todo se vino abajo en Argentina con la peor crisis de las últimas décadas y famoso «corralito», aquella prohibición de la libre circulación del crédito bancario y el límite impuesto por el presidente Fernando de la Rúa de sacar solo 250 pesos semanales por familia. En los cajeros se agotó rápidamente el dinero y se vivieron episodios de violencia. Al regresar a Mendoza, la situación económica empeoró y su padre decidió emigrar a España con la esperanza de ahorrar lo suficiente, trabajando en la hostelería, para poder traer a su esposa y a sus hijos.
«Fue muy duro. Había noches que no teníamos para cenar, una realidad que viví yo y otras muchas familias en esa época. Nuestra economía no se sostenía y mi padre emigró en busca de nuevas oportunidades», recuerda. Un año después, le siguieron todos. Se instalaron en Alicante. «Fue muy duro dejarlo todo allí con 12 años, pero nos adaptamos bien. Hoy soy parte de las dos culturas y me encanta», añade. En la ciudad levantina ha residido gran parte de su vida hasta que, con 18 años, decidió ingresar en el Ejército de Tierra español.
«Tenía 18 años cuando me alisté por muchas razones. La más importante es que me gustaba viajar, el ejercicio físico y ayudar a los demás. Me esforcé mucho como soldado y lo disfruté, pero fui madre y, poco a poco, dejó de hacerme feliz. Quería pasar más tiempo con mi hijo y los horarios de la carrera militar eran incompatibles con eso, así que busqué un cambio en mi vida», explica.
Las enseñanzas del Ejército
La música parecía el camino natural, puesto que se había pasado la infancia «bailando y cantando delante del espejo». Estuvo diez años en el coro del conservatorio, pero le daba mucha vergüenza el escenario: «Me costaba cantar delante de otros, aunque al nacer mi hijo, ese miedo dejó de tener cabía. Quería que Mateo creciera libre y ser su ejemplo. Empecé a escribir canciones infantiles para compartirlas con él. Fue mi primer espectador, y me di cuenta que me calmaban y llenaban mi corazón de alegría. Decidí que eso era lo que quería hacer y empecé a subirlas a YouTube, mientras hacía las guardias en los cuarteles y cumplía mis obligaciones como militar. Durante dos años no gané ni para un café», cuenta entre risas, con la tranquilidad que le da hoy contar con un equipo de más de cincuenta personas que le acompañan en sus giras por hispanoamérica y España. En diciembre actuará en Marbella (27, Palacio de Congresos), Granada (28, Palacio de Congresos) y Madrid (29, Palacio Vistalegre).
¿Le aportó algo su vida en el Ejército a su carrera como estrella de la música infantil? «Podría decirse que es un cambio de vida contradictorio, pues son cosas muy diversas, pero en realidad creo que aquella experiencia me sirvió muchísimo en lo que hago ahora. Por ejemplo, la disciplina y la constancia me han servido mucho para desarrollar mi carrera como Luli Pampín. Al igual que fijarme una meta y seguirla hasta el final o el compañerismo con mi equipo de trabajo, todas esas son cosas que aprendí en el Ejército», asegura.
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