-U25348431850yvV-600x300@abc.JPG "Juana de Aizpuru cierra su galería: «Todo tiene un final y yo he agotado mi tiempo»")
-U25348431850yvV-600x300@abc.JPG&description=A sus 90 años, la icónica galerista del pelo rojo deja el trabajo «por imperativos de salud»){kind=link}
Inconsolable. Al otro lado del teléfono, Juana de Aizpuru apenas puede hablar, se rompe de tristeza. Entre lágrimas, intenta explicar con un hilo de voz que nunca había pensado en jubilarse, pero que «las circunstancias han decidido otra cosa». La edad, dice, «no perdona a nadie. Todo tiene un final y yo he agotado mi tiempo. He hecho verdaderos esfuerzos para alargarlo hasta el máximo, pero ya no puedo más. Me siento sin fuerzas para seguir trabajando como a mí me gusta».
En agosto, la icónica galerista del pelo rojo cumplió 90 años (uno de sus secretos mejor guardados). De ellos, lleva 55 al pie del cañón. Recuerda que en 1970 abrió su primera galería, en Sevilla. «Lo hice en pleno franquismo», subraya. En el 83 abrió una segunda, esta vez en Madrid. Durante dos décadas las compaginó, hasta que en 2004 cerró la de Sevilla.
A mediodía, recibíamos un mail en el que Juana de Aizpuru (Valladolid, 1933) comunica, «con verdadero dolor de mi corazón, que voy a cerrar la galería por imperativos de salud. Pensé que nunca tendría que escribir esta carta». En ella explica que no tiene nada grave, pero «me ha surgido un ruido extraño dentro de la cabeza que me tiene martirizada y, por otro lado, tengo una fuerte opresión en los oídos». A ello se une que «hace un año y medio se fue mi hija [Concha, que trabajaba con ella en la galería]. Se cierra un ciclo».
En realidad, se cierra un ciclo en el galerismo español, liderado por cuatro grandes damas: en 2012, Soledad Lorenzo cerró su galería en Madrid, también por problemas de salud, después de 26 años. Elvira González ha ido delegando el trabajo en sus hijas, Elvira e Isabel Mignoni, actuales directoras de la galería. Y Helga de Alvear se mantiene al frente de la suya, pero reconoce que, a sus 87 años, ya no tiene las mismas fuerzas. A las cuatro habría que hacerles un monumento.
De Aizpuru conservará uno de los dos pisos y el almacén donde alberga su colección y las obras en depósito. «A ver qué hago con todo ello. Tengo, además, los ‘estates’ de Campano y de Claramunt». ¿Piensa donar su colección, como Soledad Lorenzo hizo al Reina Sofía? «No voy a donarla a nadie. El que la quiera que la compre». Genio y figura. Nunca se ha mordido la lengua. Ya no participará en ferias. Tampoco estará en ARCO, que ayudó a poner en marcha en 1982 y que dirigió hasta 1986.
Incombustible, estaba siempre al pie del cañón, atendiendo al público, a los coleccionistas, a la prensa… Los Reyes solían acudir a su estand cada año en la inauguración. La echaremos de menos. Como todos sus artistas y el mundo del arte en pleno. No ha parado de recibir mensajes de cariño. «No es una despedida, sino un cambio en mi vida», concluye nuestra guerrera Juana de ARCO.
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