Jeremy Allen White estuvo tres meses trabajando en restaurantes antes de participar en ‘The Bear’ para sentir en sus propias carnes la presión y el estrés que sufren los chefs durante el cocinado. En realidad no es tan bueno como Carmy, su personaje, pero ha conseguido recrear el baile y movimiento que necesita un chef para que su plato tenga alma. Lo hemos visto levantar un bar de sándwiches, enfrentarse a los fantasmas del pasado y dar vida a The Bear, su restaurante, pero la vida continúa y la serie también. Este miércoles se estrena la tercera temporada en Disney+ y trae consigo más estrés, caos en la cocina, pero también luz a la vida de Carmy.
‘The Bear’ es la historia de un chef que debe remontar un negocio hundido, pero también la de un hombre que trata de sanar la herida de la inesperada pérdida de Mikey, su hermano mayor. Los espectadores han sido testigos del camino de Carmy, que llegó de las más altas esferas de la cocina para zambullirse en los suburbios de Chicago y rescatar el agitado ‘The Beef of Chicagoland’ que le dejó en herencia Mikey. Su suicidio lo persigue y saca a la luz los traumas que carga a sus espaldas. El desconocimiento de las adicciones de Mikey, las deudas del restaurante, los vicios que van y vienen, la desconfianza de un equipo y su antigua vida se convierten en un aliciente para sacar adelante el único recuerdo de Mikey.
Aunque Mikey en realidad nunca se fue. Su rastro es el camino que siguen los chicos del local y es el que los conduce a The Bear, el proyecto de Carmy para transformar el antiguo bar en el restaurante que soñó su hermano y que nunca logró levantar. Sin embargo, este camino viene precedido por moho, más deudas, irregularidades, conflictos y nuevos fantasmas. La tercera temporada arranca con el restaurante ya en funcionamiento. Y cómo no, con el caos, porque ‘The Bear’ es la ventana que nos asoma al ecosistema de los restaurantes: los horarios locos, los vicios recurrentes, los gritos, los cuchillos que saltan por los aires o la cámara frigorífica para llorar de vez en cuando.
Es casi imposible ver un capítulo sin estresarse, pero también sin que se dibuje en el rostro una pequeña sonrisa. La habilidad de Carmy para hacer del caos belleza asombra, la relación con su primo Richie provoca carcajadas, pero enternece aún más la fragilidad de este joven incapaz de exteriorizar sus sentimientos casi tanto como sus monólogos. El restaurante lo conduce a la vez al cielo y al infierno de su propia existencia y los chicos del local, su familia elegida, se convierten en sus aliados para enfrentarse a los miedos y situaciones extremas, como la del final de la última temporada, que terminó con Carmy atrapado en un refrigerador mientras escuchaba un audio en el que su amiga de la infancia, Claire, le confiesa su amor, algo que teme, pero que en el fondo espera.
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