La presencia de ‘Halka’ en el Teatro Real añade carga emocional al interés por un título que está prácticamente inédito en los escenarios españoles y cuya importancia fue decisiva para el desarrollo de la ópera polaca. El propio Real señala que ‘Halka‘ es a Polonia lo que ‘El cazador furtivo’ es a Alemania, ‘La vida por el zar’ a Rusia, ‘Hunyadi László’ a Hungría y ‘La novia vendida’ a República Checa, pues todas ellas apuntan a la construcción sentimental de sus respectivos territorios. La referencia se engrandece en este caso al coincidir con la celebración de la independencia de Polonia, el 11 de noviembre de 1918, tras 123 años de divisiones y sometimiento a Rusia, de Prusia y Austria, y al margen del inquietante desarrollo político del siglo XX. «Es nuestro alma», se escuchaba decir a una espectadora durante la primera de las dos sesiones programadas.
Durante 175 años, ‘Halka’ ha simbolizado la resistencia ante la convulsión, la opresión y la derrota, navegando por el siempre misterioso espacio en el que la música se vuelve esencial e intraducible. El banal argumento de la ópera no es, ni tan siquiera, una posible metáfora; la cálida música de Stanisław Moniuszko, elevado a la categoría de héroe polaco y compositor que merecería cierta atención, apenas roza lo evidente. Y, sin embargo, en ‘Halka’ se escucha el fluir de un país de manera intransferible.
La tragedia de la ópera española del XIX-XX, que tanto gasto personal supuso y a la que tanto brillo se le quiere sacar actualmente, es que su calado social (anímico) fue insuficiente, más allá del valor estrictamente material de algunas obras.
‘Halka’ en el Real se apoya además en un soberbio reparto que incluye al tenor Piotr Beczała, promotor de su escenificación en Viena en 2019. En un momento de especial grandeza vocal, tras madurar hacia una expresividad más concentrada, Beczała es un activo del reparto madrileño. Es verdad que se impone la rectitud del gesto, la sobriedad escénica en contraste a una voluptuosidad vocal apabullante. En ello sigue a la soprano Corinne Winters, quien dibuja una protagonista distante ante la tragedia, reconcentrada en la calidez y la grisura de la voz.
‘Halka’ admite un lectura más lírica y ensoñadora, pero la suya es irreprochable en el territorio de la introspección. La energía inagotable del maestro Łukasz Borowicz y la apabullante presencia del gran barítono Tomasz Konieczny destacan igualmente. Porque el gran éxito de ‘Halka’ aquí, en tierra extraña, también debe mucho a sus agentes.
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