Existen pocos artistas como Estopa. Dos horas largas de concierto y 30 canciones razonablemente iguales es una propuesta con la que triunfa poca gente. Entendido como triunfo, claro, el mantener la atención del humano post-moderno durante «tanto» tiempo.
Para conseguirlo hacen falta muchas canciones buenas, un espectáculo pensado y tener un aura, algo difícil de explicar en palabras, pero que todos reconocemos al verlo.
David y José, que lo tienen, son quizá las últimas estrellas de la rumba canalla, otro género patrio de exportación. Hoy celebran su 25 aniversario en el Metropolitano y el estadio, que he visitado muchas veces, está más lleno que nunca.
Arrancan puntuales, británicos en el approach, con «Tu Calorro», éxito asegurado. Inmediatamente empieza la fiesta, con buenas interpretaciones de «Cuando amanece» y «Tragicomedia» en un arranque sólido. El estilo, 4×4 rumbeado con contadas incursiones en la balada pop, está inventado hace mucho y es, quizá, de los pocos que puede mantener la energía de una masa durante horas.
Las canciones, que son muchas pero en realidad son dos -la lenta y la rápida- están ordenadas por un vidente y son el principal motivo de que el concierto fluya. Suenan muy bien las rápidas «La raja de tu falda«, obvio, y «La rumba del pescailla«, con clase.
Hay un medio tempo a veces («Sola») que ni arranca ni frena: brilla el dúo de Cornellá, que por medio de David, el hermano extrovertido, agradece a Madrid que sea su «segundo barrio».
Antes de «El del medio de los chichos», en el estadio se organiza un tablao flamenco. El guiño a la raíz es claro y elegante, demuestran ser músicos, no sólo artistas, y la banda, compuesta de artesanos (¡Anye Bao!), derrocha sabiduría.
Después aparece un Seat Panda en el escenario (José al volante) y cantan «Camiseta de rockanrol». Se extiende la locura y el estadio vibra como nave de polígono en un amanecer ilegal.
En la traca final suenan los hits que faltaban: «Pastillas de freno», in crescendo, «Paseo» y «Vino tinto» cantadas como si acabase el mundo, y «Como Camarón», que cierra las bodas de plata.
El dúo saluda, guitarra en ristre, y continúa hacia adelante con éxito por el sendero cada vez más desolado del folclore popular. Por esa, y varias cosas más, hay que quitarse el sombrero.
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