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Dentro de ‘El lago de los cisnes’ (I): así se invoca el milagro de la danza

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Pocas personas que sostienen un bebé en brazos pueden llegar a imaginar que a esa criatura le espera un futuro sobre los mejores escenarios del mundo. La familia De Sola no era consciente de que ese bebé regordete, de pelo rubio y ojos grandes que mecían antes de despedirse de él podría convertirse en un gran cisne blanco. Esa pequeña pequeña niña que nació en Winter Park, Florida, y que conoció y se despidió al mismo tiempo de su familia de España cuando tenía días de vida, soñaba con ser bailarina. Es poco predecible determinar el futuro de los pequeños estudiantes de danza. Hay muchos factores en juego y ninguna evidencia, pero Sasha la tenía. «Siempre que supe que sería bailarina incluso cuando no tenía ninguna certeza para creerlo. No tenía hechos que lo respaldaran, pero tenía ese presentimiento», reconoce la primera bailarina del San Francisco Ballet, Sasha De Sola, a ABC, que vive junto a la bailarina y la compañía esta gira internacional en el Teatro Real. Aunque no era consciente de las experiencias que le proporcionaría como esta. La compañía está en Madrid durante una semana con ‘El lago de los cisnes’, uno de los grandes ballets clásicos y pieza fundamental en la agrupación, dirigida desde hace dos años por la visionaria Tamara Rojo.El día de Sasha de Sola comienza pronto, en el Hotel Emperador, y se desplaza hasta el Teatro Real por las callejuelas de la ciudad hasta el Teatro Real con un paraguas protegiéndose de la lluvia. Llega sola, concentrada ya para la función de la noche. Aunque los bailarines trabajan en conjunto, en ellos se aprecia una extraña soledad, quizá porque en la compañía hay más de ochenta bailarines, de todas partes del mundo, con culturas distintas y una mochila de historias personales. «Es un gran reto cambiar de teatro, lidiar con el ‘jet lag’, ajustarse al cambio de horario en tan poco tiempo», indica la bailarina mientras entra por la puerta de personal y artistas de la calle Felipe V. Va directa a su camerino y se prepara para la primera clase de la mañana, el ritual de cualquier bailarín que inaugura cuando entra por primera vez en el aula cuando es pequeño. Desde ese día, jamás se separan de una barra.Los bailarines del San Francisco Ballet comienzan cada jornada con una clase de barra y centro. Tania SieiraLa joven entra en el ascensor y conforme suben las plantas del teatro van sumándose más bailarines. Allí entran en silencio, cansados de la función de ayer y con una larga jornada por delante. Antonio Castilla, director artístico asociado, está al frente de la clase. En el primer ejercicio, varios bailarines fruncen el ceño. El cuerpo, resentido de la función de anoche, tiene que ponerse en marcha de nuevo y no es fácil. Sasha está completamente concentrada. Conforme avanzan los ejercicios, la bailarina va recogiéndose su largo cabello rubio. Y después de una hora y media de barra y centro, los bailarines salen del aula. Pero Sasha permanece. Toca ensayar el paso a dos del tercer acto junto al primer bailarín Aaron Robinson. Con su tutú de ensayo, Sasha baila al compás de Tchaikovsky y en cuestión de segundos se convierte en Odile. El cuerpo del bailarín es fuerte, pero aún más lo es su mente. Desde el primer día que un joven entra en un aula de ballet hasta la última vez que estará sobre el escenario sabe que las correcciones formarán parte de su vida. «Siempre se puede ser mejor y eso te puede volver loco. Pero lo asumo y creo que puedo manejarlo bien. La clave es darlo todo en el aula de ensayo y confiar en que ese trabajo brillará en el escenario». Y aceptar el ser mortal. «Somos humanos. A veces ser perfecto no es tan interesante. Los errores te ayudan a mejorar y es lo que te permite brillar lo que te permite brillar porque la gente conecta con la verdadera esencia de la autenticidad de la persona», reconoce mientras se quita las zapatillas de punta. Aunque inmediatamente se calza otras, porque va directa al ensayo técnico. Noticia Relacionada estandar Si Tamara Rojo: «Hay que poner distancia entre la política y la cultura» Julio Bravo La artista vuelve al Teatro Real, esta vez al frente del San Francisco Ballet, la compañía estadounidense que dirige actualmenteCada mañana, horas antes de la función, la compañía realiza un ensayo técnico, no tanto para practicar el ballet, sino para comprobar que la escenografía, las luces, los cambios y cruces salen a la perfección. Ahora no hay orquesta, hay un pianista. Y en el patio de butacas está el ojo avizor de Tamara Rojo y Antonio Castilla que velan por el resultado de toda la producción. Es un ballet de cuatro actos, con una pesada escenografía que hay que mover, en algunas ocasiones, en pocos segundos. Los técnicos han de ser rápidos si no quieren que el tiempo se les eche encima. Hay bailarines que prefieren guardarse las fuerzas para la función y simplemente marcar los ejercicios, pero Sasha no es así. Cada posibilidad que tiene frente a ella, sea un ensayo técnico o simplemente de vestuario, decide dejar el alma. Hay quien es bailarín y hay quien es artista. Sasha es de los segundos.La cantina del Real comienza a llenarse de trabajadores y bailarines, entre ellos Sasha, que debe comer bien para tener fuerzas. La alimentación siempre ha sido un tema complejo en el mundo de la danza. Se necesita un cuerpo esbelto, pero al mismo tiempo fibrado y fuerte. «Es alentador ver que los nuevos líderes del ballet realmente dan prioridad a la salud física y mental. Cuanto mejor nos sintamos física y mentalmente, más podremos rendir», asegura mientras termina de comer con una pieza de fruta. Tan importante es la alimentación en la vida de los bailarines como el descanso . Hay quien lo hace en el mismo camerino del teatro, pero la bailarina prefiere ir al hotel. En unas horas comienza la función, pero son sagradas las dos horas de reposo para el cuerpo y desconectar. Esta noche interpretará el rol más complejo para una bailarina de danza clásica. Aunque se trata de una versión del antiguo director del San Francisco Ballet, Helgi Tomasson, está basada sobre la original de Marius Petipa and Lev Ivanov y el ballet más complejo a nivel de técnica. Cuando avanza hacia el teatro de nuevo hay un aura distinta alrededor de la bailarina. Entra en silencio, discretamente, y se dirige al camerino para cambiarse. Hay bailarines que con la primera clase de la mañana es suficiente para mantenerse en caliente hasta la función, pero en este caso. Dada la complejidad del rol, la duración del ballet y la semana que les espera, la clase es fundamental. Y allí se dirige Sasha, con sus calentadores y su maillot, para tomar la última clase antes de convertirse en Odette. En ella hay una paz indescriptible, pero también un silencio que augura una larga noche. Noticia Relacionada estandar Si Un ‘Lago de los cisnes’ impecable Julio Bravo El San Francisco Ballet, bajo la dirección de Tamara Roja, presenta el título favorito del repertorio clásicoEn su camerino, la artista comienza el proceso de preparación. Cuentan con un gran equipo de maquilladores, pero ella prefiere maquillarse a sí misma porque le ayuda a introducirse en la delicadeza y fragilidad de su rol, el gran cisne blanco. Mientras tanto, le van preparando el moño que quedará oculto bajo una preciosa tiara de plumas blancas con una corona llena de diamantes. «Ahora mismo estoy muy empeñada en integrar mi trabajo junto al de mis compañeros. Hay tanta gente que hace que el espectáculo funcione, que sin toda esa energía colectiva sería imposible crear algo mágico. Es esencial el sentido de comunidad con la gente que me rodea. El arte siempre es colectivo».El tutú, las zapatillas de punta y la corona de Odette que llevará esta noche Sasha De Sola Tania SieiraSu tez blanca y su pelo rubio quedan ocultos bajo Odette. Ya convertida en cisne, solo queda introducirse en el sobrio tutú blanco. Algunas trabajadoras que vienen desde San Francisco le ayudan a introducirse en el traje. Aprietan las costuras de la espalda para que quede bien encorsetada y ajustan el tutú. Sasha agita los brazos arriba y abajo, delante y detrás. Su semblante serio y concentrado se dirige hacia las bambalinas. Interpretar un gran rol como este es un reto y se transforma con el paso de los años. Al principio, las jóvenes bailarinas se concentran en la técnica, pero una vez la técnica está asentada, la interpretación desborda. «Ahora trato de experimentar ligeramente y ver qué tipos de Odette puede haber dentro de una bailarina. Son cosas simples, como el modo de mover los brazos asemejándose a las alas. Conforme avanzas, experimentas el personaje de un modo distinto. Lo que hay en el escenario es real porque hay una parte de ti en el personaje, y hay algo de vulnerabilidad». Son sus últimas palabras antes de introducirse en su camerino para meditar antes de salirAcabado el primer acto, es el turno de Sasha, que irrumpe en el escenario con dos sutiles pasos y un grand jette que termina con unos brazos que se elevan y bajan como dos alas Sasha de Sola llena un gran y sobrio escenario con solo su presencia, que se esconde de Aaron Robinson, convertido en un apuesto príncipe Sigfrido. Cuando termina su paso a dos con él. Sasha entra a las bambalinas sofocada, e intentando controlar su respiración. Se seca el sudor y se sienta en el suelo estirando las piernas. En silencio mira, agacha la cabeza. Y vuelve a salir para su variación. La ovación es grande y entre el público se escuchan expresiones de asombro tras los hipnóticos giros Sasha tiene 20 minutos para transformarse en Odile, un rol opuesto, pícaro. Sale a escena con un tutú negro soberbia, crecida por la necesidad del rol, y con un dominio impecable. Tras su paso a dos de nuevo, entra en el escenario, sin apenas controlar la respiración, se seca el sudor rápidamente y vuelve a salir como si viniera de un descanso. Su control sobre el escenario causa impresión entre los presentes. Tras una oleada de aplausos, la bailarina encara el último acto. Allí vuelve a entrar como Odette, aún más crecida, más delicada y más frágil.Sasha de Sola junto a Aaron Robinson en ‘El lago de los cisnes’ Javier del RealEl público, emocionado, grita y vitorea a los artistas. Y cuando se cierra el telón, Sasha vuelve a su camerino y se mira al espejo exhausta. Se mira fijamente, en silencio, sola. Después de los aplausos, solo queda ella. «Mi vida está llena de dicotomías. Ha sido una noche emotiva, emocionante, pero mañana es como si empezara de cero. Cada mañana me miro al espejo para seguir trabajando más de lo que hecho hoy, por ejemplo. Estoy agradecida por esta vida que tengo. Celebro los éxitos, pero al mismo tiempo la disciplina. Se necesita de honestidad y humildad para no perder la cabeza», confiesa mientras se va quitando el maquillaje y le ayudan a salir del traje.Vuelve a ser Sasha De Sola, Sasha. Esa pequeña niña que, sin tener certezas en su entorno, una pequeña voz le confirmaba que su vida brillará sobre los mejores escenarios del mundo. Cuando sale del teatro, detrás de las niñas y jóvenes que le piden autógrafos, hay un grupo de personas que la mira y la espera, mirándola sorprendidos, sin aún ser conscientes de que su pequeña es ahora la estrella del San Francisco Ballet su familia, aquella que despidió en pañales y que ahora la ve convertida en un gran cisne.

Content Source: www.abc.es

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