Crítica de ‘Nuestro momento perfecto’: la tormenta sentimental treintañera perfecta en un vaso de agua

Que el amor puede volvernos más locos y más niños es un certero enigma humano sin resolver que interesa al cine. Que el choque con sus fracasos sentimentales de dos treintañeros largos no suene a estallido de inmadurez ya depende de más factores. Y Nuestro momento perfecto, debut en el largometraje de la interesante actriz alemana Aylin Tezel (Un gran equipo, Scrapper) oscila entre la ley y el desacato con cierto encanto, pero también con ligereza inocente. 

Es innegable que Tezel tiene buena mano, que sabe rodar y sus personajes se mueven con soltura casi adolescente. Quizá se deja llevar por su propia pasión cuando les deja caer en el desmán actoral, subrayado por las carreras y los recursos pop. Pero cuando la película se mira a sí misma y los personajes conviven en solitario con sus frustraciones, la película crece. 

El metraje es excesivo para contar una pequeña historia de revelaciones íntimas, de amantes que se cuecen en su fuego interno. Sin embargo, la pausa, reafirmada por el trabajo de fotografía (de la montaña escocesa al Londres multicultural) de Julian Krubasik le otorga a este romance que se reconstruye en la cabeza de sus protagonistas, a esta tormenta sentimental que en realidad se desata en un vaso de agua, el valor de una mirada diferente.