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Crítica de ‘Los feos’: una distopía juvenil en Netflix no apta para mayores de 16 años

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Pensar en McG conduce a las dos primeras películas de Los Ángeles de Charlie y a Terminator Salvation. El director lleva años implicado en la producción de series (Arma letal, Shadowhunters, Socios y sabuesos, True Lies) y en las aguas del streaming, etapa en la que ha establecido un vínculo profesional con Netflix. Así lo resaltan sus filmes The Babysitter, The Babysitter. Killer Queen, Campamento alienígena y Familia revuelta. Una lista a la que añade Los feos, su entrada en la ciencia ficción distópica juvenil.

Los feos supone la adaptación de la entrega inicial de Traición, saga literaria escrita por Scott Westefeld, de manera que, si los visionados acompañan, la historia tendrá continuidad en la plataforma. Este primer título describe una sociedad en la que al cumplir los 16 los jóvenes se ‘gradúan’ sometiéndose a una operación transformadora que cambia su físico y los hace guapos y perfectos, momento en el que acceden con derecho pleno al sistema, que halló en esta vía un modo de traer la felicidad, la igualdad y borrar cualquier rastro de los conflictos del pasado.

Joey King (Bullet Train, La princesa, Slender Man, Mi primer beso, Siete deseos) encarna a la protagonista, una chica que anhela la llegada de su cambio y que empezará a descubrir la verdad del mismo cuando entre en contacto con la disidencia. La acompañan Keith Powers, Brianne Tju, Chase Stokes y Laverne Cox (Orange is the new Black) como villana.

Crítica de ‘Los feos’

Joey King, junto a Chase Stokes, en ‘Los feos’
(Netflix)

Desde que Los Juegos del Hambre abriera el camino y surgiera la moda, las distopías juveniles tienden (digámoslo claro) a dar pereza porque la mayoría parecen sacadas del mismo molde. El envoltorio es distinto, sí, pero los elementos, la estructura, la dinámica y el fondo apenas se modifican. Los feos suma a este aspecto el factor, aquí negativo por el perfil aparejado al tipo de producción, de su marcada condición de pasatiempo para plataforma.

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La película de McG, en un trabajo muy funcional, se hace cuesta arriba para los espectadores de más de 16 años. Aunque haya predisposición y uno quiera verla, el ‘bolo’ se forma bien pronto, nada más comenzar el relato. Una situación en parte lógica porque está pensada para su público potencial. Sin embargo, tampoco es una buena propuesta juvenil, sino una del montón.

En la rápida desafección influyen las fórmulas detectadas, el tratamiento de los temas y su diseño de producción, definido por una plasmación digital tan postiza como descuidada. Sus aires formales televisivos y las escenas de aventura y acción simbolizan la cuestión.

Como mandan los cánones de esta vertiente de la ciencia ficción, Los feos basa su reclamo en el singular ritual (o norma) social por el que pasan los jóvenes, ya sea porque el sistema se lo exige o porque les vende que eso es lo mejor. En esta ocasión su tránsito hacia lo adulto consiste en operarse para hacerse guapos y perfectos y vivir en una ciudad de ensueño y no en la residencia en la que aguardan el gran día de cumplir los 16.

Chase Stokes, cuando se aliena y se vuelve guapo y perfecto en 'Los feos'
Chase Stokes, cuando se aliena y se vuelve guapo y perfecto en ‘Los feos’
(Netflix)

La aspiración de la perfección y la belleza remite a la superficialidad imperante y promovida, mensaje con su gancho para los adolescentes por la importancia que le conceden al físico. No obstante, la exposición al respecto se queda, valga la redundancia, en la superficie. Aparte emerge la paradoja de que los actores elegidos, con Joey King al frente, no son precisamente feos.



Don Johnson y Aaron Pierre, frente a frente en Rebel Ridge

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La evidencia, en la que la protagonista no repara, de las malas intenciones detrás de la transformación ideal; la vivencia exterior que amplía su perspectiva al estar junto a los disidentes; el descubrimiento de lo verdadero, libre y real; el proceso de moverse ‘entre dos tierras’ (a pesar de lo que comprueba, Tally no termina de perder su apego al cambio y a volverse guapa); y el despertar definitivo también se quedan en el ‘sin más’. Por no hablar de lo anodinos que resultan los apuntes relativos, en la explicación de contexto, a que antes de la era futurista el mundo rozó la destrucción total por el saqueo de los recursos, el uso de combustibles fósiles y las guerras por hacerse con ellos.

Es cierto que las historias alusivas a lo que oculta el sistema y a que este camufla la alienación y el sometimiento voluntario activan la sugerencia, pero en Los feos estos aspectos carecen de la dimensión deseada. Son una pieza más de lo formulario.

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Content Source: www.20minutos.es

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