Katie (Carrie Coon), Rachel (Natasha Lyonne) y Christine (Elizabeth Olsen) son tres hermanas que llevan años distanciadas y se han reunido durante unos días en el apartamento neoyorquino en el que crecieron junto a su padre. ¿El motivo de ese extraño encuentro? Despedirse del progenitor, que padece un cáncer terminal y desea fallecer en casa.
Un argumento mínimo pero universal articula, así pues, Las tres hijas, la nueva película de Azazel Jacobs (French Exit, The Lovers) que llega ahora a Netflix tras presentarse en el Festival de Toronto de 2023 y estrenarse de manera limitada pero con una estupenda acogida el pasado 6 de septiembre en Estados Unidos.
‘Las tres hijas’, crítica de la película
Si las bodas son uno de los mejores escenarios para el embrollo cómico, los funerales y los procesos de duelo permiten explorar en el ámbito cinematográfico otras tesituras del alma humana, más melancólicas y profundas.
En Las tres hijas, Azazel Jacobs se ha asomado a los tiempos del duelo para contarnos el reencuentro emocional de tres hermanas, esas tres hijas del título que se han reunido para darle el último adiós a su padre, en estado terminal. La propuesta, evidentemente, es una reflexión sobre la pérdida, pero sobre todo aspira a ejercer de retrato de tres mujeres en una situación de extrema fragilidad.
Por supuesto, las tres hermanas no podían ser más diferentes. Katie, la mayor, es la hermana estirada y controladora; Rachel, la más pasota pero también la que ha cuidado al padre todo este tiempo; y Christine, la más sensible, hasta el punto de que parece estar siempre en Babia.
Tres hermanas, así las cosas, que conforman un tríptico femenino en el que resuenan otras hermanas cinematográficas. Algunas de ellas, protagonistas del cine Woody Allen (Interiores o Hannah y sus hermanas), aunque Las tres hijas también puede emparentarse, al menos por su temática, con Crímenes del corazón, ese melodrama feelgood ochentero firmado por Bruce Beresford que reunió a Sissy Spacek, Diane Keaton y Jessica Lange para interpretar el reencuentro de tres hermanas tras el suicidio de su madre.
Está claro que el vínculo entre Woody Allen y Jacobs es mucho más profundo que el que une al director de The Lovers con Beresford, dado el carácter neoyorquino de Las tres hijas (todo acontece en el apartamento en Manhattan en el que vive el padre) o el tono tragicómico que maneja el libreto, también firmado por Jacobs.
Aún y así, las intenciones de Jacobs van por derroteros diferentes que las de Allen, y Las tres hijas, pese a sus herencias, posee una sensibilidad especial a la hora de poner en pantalla las esperas, el cansancio, la congoja y la ira, la extraña burbuja emocional, en suma, que viene acompañada con la muerte.
Es habitual que las obras de cámara que encierran a sus personajes no solo entre las paredes del espacio dramático sino también en un dolor profundo tiendan a ser claustrofóbicas y hasta hostiles, pero nada de eso sucede en Las tres hijas. Por extraño que resulte, Jacobs ha firmado una película muy luminosa y reconfortante. Y, para la aquí firmante, una de las más bonitas de este año.
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Content Source: www.20minutos.es