El enigma sobre la muerte de la actriz Sandra Mozarowsky en 1977 tuvo su miga en el mundo del chismorreo por sus presuntas y altas amistades y la intervención de los servicios secretos
En 1977 fallecía en Madrid la actriz Sandra Mozarowsky sin que, ni entonces ni ahora, se tengan certezas sobre la causa de su muerte: cayó desde su terraza y la versión más plausible es que se suicidara. El guionista y director, Borja de la Vega, confiesa al principio de la película que su película es un homenaje a la joven actriz y que lo que se cuenta en ella es una ficción, una especulación sobre las últimas horas de Sandra y no un relato verídico. El enigma sobre la muerte de la actriz tuvo su miga en el mundo del chismorreo, que regó el asunto con circunstancias como su prematuro embarazo, sus presuntas y altas amistades y la intervención de los servicios secretos.
La acción de la película se desarrolla enteramente (salvo unas imágenes campestres filmadas con tomavistas) en el piso de la actriz, que va desvelando su profunda depresión, el amor no correspondido por un hombre (‘alto e importante’) que quiere apartarse de ella, un desconocido con el que mantiene conversaciones telefónicas angustiosas, y también su desencanto por el cine que ha hecho (películas del llamado ‘destape’); se escurre la sugerencia de que recibía amenazas y recomendaciones para que no prosperase su embarazo… En fin, una reconstrucción inventada, un artificio de un tiempo y unos hechos que se desconocen, pero que apuntan a una idea de conspiración y de abusos de poder.
Su interés como ‘verdad’ es prácticamente nulo, pues evita despejar las X que insinúa, y su interés cinematográfico se centra en la buena interpretación de Claudia Traisac, que encarna con enorme ‘verdad’ (ella sí) y excelente matización de los cambios dramáticos a Sandra Mozarowsky; le otorga, en cierto modo, vida real, compasión y encanto a esas últimas horas que precedieron a la enigmática tragedia.
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