Para Aki Kaurismäki, los tíos duros no pueden permitirse eso de cantar en un karaoke, pero es al salir de una sala de cine cuando la emoción irrumpe como un soplido y una pérdida, bajo la forma de un teléfono anotado en un papel que se va volando con el viento y clava una pregunta en el corazón de Holappa, el protagonista de Fallen Leaves: ¿conseguirá reencontrarse con Ansa ahora que ya no hay manera de contactar con ella? ¿Hacia qué parajes viajará esa promesa de amor que el destino le ha negado?
Un conflicto sencillo, pero tan profundo y desasosegante como la idea de no volver a ver jamás a la amada, dicta la historia de Fallen Leaves. También hay escenas urbanas solitarias filmadas como si la cámara se sumergiera en un cuadro de Edward Hopper, magníficamente fotografiadas por el habitual Timo Salminen; manos bressonianas y gestos hieráticos; además de un reguero de alcohol como fuga ante el presente aciago de sus proletarios protagonistas. Elementos, todos, que pueden entenderse como marcas del universo del lacónico cineasta finlandés, anclado más que a un tiempo o a un estilo como autor, a un estar en el mundo y, muy especialmente, a un estar en el mundo del cine. Hay que decirlo de una vez: se es kaurismäkiano o no se es, y hay que tomar partido con todo lo que eso implica.
Las implicaciones de Fallen Leaves no son pocas. Hablamos de una película que pone en escena el deseo de felicidad de una pareja golpeada por la miseria capitalista, Ansa y Holappa, que se resisten a dejarse vencer moralmente por una sociedad cada vez menos preocupada por las personas. Ella trabaja en un supermercado hasta que es despedida; él intenta pasar su jornada en la obra a tragos. Los conocemos bien porque los hemos visto en Sombras en el paraíso, La chica de la fábrica de cerillas o Nubes pasajeras lidiando con los madrugones o la cartilla del paro, y aquí de nuevo nos recuerdan que, por muy inocente que suene, solo el amor es capaz de imponerse a la crueldad del capital.
Hablamos también de una película que hace del cine el lugar del encuentro y la camaradería, de la esperanza y del refugio cuando el viento, como hemos dicho, no sopla a tu favor. En Fallen Leaves las citas fílmicas se multiplican, vehiculando una narración apenas esbozada en la sobriedad gestual de sus intérpretes. Breve encuentro, de David Lean; Tú y yo, de Leo McCarey; El dinero, de Robert Bresson; o incluso Los muertos no mueren, chanza a su gran amigo americano Jim Jarmusch, entre otras, se trenzan contextualizando un romance que homenajea, muy especialmente, al gran referente de Kaurismäki, Charles Chaplin, y a una de sus grandes películas, Luces de la ciudad. No en vano el perro de Ansa tomará el nombre del genial cómico, pronunciado en el momento más bonito de la película.
Contenida en su desbordamiento, como es frecuente en Kaurismäki, pero siempre hermosa en ese gesto mínimo de profunda poesía, en Fallen Leaves el finlandés se mantiene fiel a su ética de menos es más y confirma, de nuevo, que manufacturar ese cine tan bellamente depurado es un talento reservado a muy pocos.
FICHA TÉCNICA
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Director:
Aki Kaurismäki
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Género:
Drama
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País:
Finlandia
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Sinopsis:
Anna, una dependienta de supermercado, y Holappa, un trabajador alcohólico, se encuentran accidentalmente. Intentan construir una relación que en muchas ocasiones tiene el cine como lugar de encuentro.
Guion: Aki Kaurismäki
Reparto: Alma Pöysti, Jussi Vatanen, Anna Karjalainen
Duración: 81 min.
Veredicto: Pasa de las listas, esta es la mejor película de 2023.
Distribuidora: Avalon
Estreno: 27/12/2023
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Content Source: www.20minutos.es