Ajeno a modas y al prestigio internacional a pesar de su presencia en grandes festivales, Sean Baker ha construido una filmografía sólida y fascinante con historias originales, que abordan la desigualdad, las diferencias de clase y las mentiras del capitalismo; lejos de moralismos, con personajes complejos a los que siempre da un trato profundamente humano. Lo más parecido a imaginar a un director del Nuevo Hollywood de la década de los 70 desarrollándose en la era digital.
En unos tiempos proclives al puritanismo, los prejuicios y la autocensura, el cineasta de Nueva Jersey trata de frente temas tan espinosos como las diversas dimensiones de la industria del sexo y el trabajo sexual con toda la delicadeza, amplitud de miras y voluntad de comprender que se echan de menos en tantos otros foros; de la pornografía en Starlet (2012) y Red Rocket (2021) a la prostitución en Tangerine (2015), The Florida Project (2017) y Anora, su película más laureada hasta la fecha, con la que ganó la Palma de Oro del pasado Festival de Cannes.
Anora es el nombre de su protagonista (aunque ella prefiere el diminutivo Ani), una stripper veinteañera que la punzante Mikey Madison convierte en torbellino arrollador de carisma, entusiasmo y fuerza felina (esa misma que ya demostraba como la hija mayor de Pamela Adlon en Better Things). Trabaja en un club neoyorquino, cuya rutina laboral (a caballo entre Mizoguchi y Go Go Tales) se muestra con detenimiento en un montaje inmersivo antes de que conozca a Ivan (Mark Eidelstein), un chaval ruso algo atolondrado que tiene a su disposición toda la fortuna de su padre oligarca.
Ani e Ivan conectan y, en la euforia del momento durante una semana en la que se cita Pretty Woman y viajan a Las Vegas, se casan. El asunto no sienta muy bien a la familia rusa, que pone en marcha todos los mecanismos para revertir la situación: quizás esta sea la primera comedia romántica en la que en vez de una boda se persigue la anulación del matrimonio.
La irrupción de unos sicarios comandados por un inmenso Karren Karagulian (habitual imprescindible de Baker) llevan la acción directamente a terreno Safdie (las taquicardias contrarreloj de Good Time o Diamantes en bruto), colindante con la ¡Jo, qué noche! de Scorsese cuando tienen que salir a la búsqueda de un huidizo Ivan por lugares que no desentonarían en La traición de Mikey (1976). Cómo no adorar una película con ese linaje.
El ritmo es frenético pero el control de Baker sobre el tempo narrativo con frenazos y acelerones está tan bien calibrado como su mirada, siempre sin cargar tintas y empática hacia los personajes. Porque es muy importante subrayar que Anora es una película divertidísima. Sin exagerar, al nivel de un Preston Sturges (la determinación por el gag de Un marido rico o El milagro de Morgan Creek): comedia consciente de lo serio que hay que tomarse tratar al público como adultos.
En un momento del cine estadounidense en el que los grandes autores no dejan de mirar ensimismados al pasado y las películas de ambientación contemporánea suelen obviar la realidad social, el cine de Sean Baker es un bálsamo del que cada vez tenemos más necesidad.
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Director:
Sean Baker
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Género:
Comedia
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País:
EE UU
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Sinopsis:
Anora, una joven prostituta de Brooklyn, tiene la oportunidad de vivir una historia a lo Cenicienta cuando conoce e impulsivamente se casa con el hijo de un oligarca ruso. Cuando la noticia llega a Rusia, su cuento de hadas se ve amenazado, ya que los padres parten hacia Nueva York para intentar conseguir la anulación del matrimonio.
Guion:
Sean BakerReparto:
Mikey Madison, Mark Eidelstein, Yura Borisov, Karren KaragulianDuración:
138 minDistribuidora:
UniversalEstreno:
31 de octubre
Content Source: www.20minutos.es