Natalia Millán y Luis Merlo pasaron la Nochevieja del año 2000 (la del temido ‘efecto 2000’) en un restaurante chino en Palma de Mallorca, donde representaban ‘La última aventura’, de Ana Diosdado. Desde entonces, y ha pasado casi un cuarto de siglo, no habían vuelto a coincidir encima de un escenario (sí lo hicieron en un plató televisivo, rodando ‘El internado‘). Pero a pesar de esta distancia, son viejos amigos «Natalia estuvo en mi fiesta de cumpleaños cuando cumplí 17», recuerda él, mientras ella corrobora: «Pertenecíamos a la misma pandilla». Ahora vuelven a coincidir en ‘Conspiranoia‘, una obra de Marc Angelet y Jordi Casanovas, que acaba de estrenarse, dirigida por el primero, en el Teatro Alcázar de Madrid; Clara Sanchís y Juan Antonio Lumbreras completan el reparto de una comedia «llena de teorías de la conspiración, secretos, mentiras y amistades a punto de estallar».
«El entendimiento y la complicidad con el que tienes enfrente es muy importante en una obra de teatro -dice Luis Merlo-; y si esa complicidad la llevas arrastrando toda una vida, es muy especial…» «La obra, además -interviene Natalia Millán- habla de la amistad con todas sus aristas. Al principio nos costaba un poco que nuestros personajes se enfadaran entre ellos; con Clara también. Es que los tres somos muy amigos… Pero es un proceso muy bonito, porque nos cuidamos mucho, y estamos muy pendientes los unos de los otros».
«Soy una persona muy tímida, aunque con los años voy aprendiendo a disimularlo -continúa la actriz-, y durante los ensayos he podido trabajar». «Hemos jugado mucho», dicen los dos al tiempo. «Hemos jugado mucho en la vida, hemos trabajado juntos –interviene él–; y esa memoria muscular, tanto a nivel emocional como psíquico, existe y es maravillosa». «No te sientes juzgado por sus compañeros, sabes que te quieren y te admiran, como tú a ellos. Y te atreves a jugar sin temor a hacer el ridículo», dice Natalia, mientras Luis asiente: «La admiración que siento por ellas es inmensa. Son mis amigas, sí. Pero las admiro mucho como actrices».
Se ha hablado de miedo, pero Luis Merlo le echa agua al vino. «Un amigo mío decía que nunca había escuchado que ningún actor hubiera muerto a manos del público por estar mal en una función. ¿Qué pasa si un día estas mal? Nada. Yo no suelo ser muy feliz en el proceso de ensayos, suelo sufrir; es como entrar en una habitación oscura y empezar a tantear la pared buscando el interruptor para encender la bombilla. Y hemos tenido la suerte de que nos dirigiera Marc Angelet, el coautor de la función, y ese miedo del que hablábamos estaba, pero muy poco». Natalia Millán ha ido asintiendo mientras hablaba su compañero. «No nos sentíamos en ningún momento juzgados, siempre nos ha dado confianza y nos ha hecho sentir que él confiaba en nosotros». «De ese miedo, que sí he sentido -completa el actor-, se aprende, porque no encuentras un momento, no encuentras el personaje, sus aristas…»
Ese miedo tiene mucho de responsabilidad. Lo dice Natalia Millán: «Es verdad, como dice Luis, que ningún actor ha muerto a manos del público, pero este trabajo es el que te da de comer; y si sale mal te puedes morir de hambre. Hay un miedo irracional, pero también otra sensación de temor racional porque nos jugamos las lentejas». «Hay dos cosas que he aprendido con el tiempo y que me han ayudado mucho en este sentido -explica Luis Merlo-. Primero, empezar a llamar a esto ‘oficio‘, considerarme un oficiante. Y en segundo lugar, convencerme de que el rey de la comedia es el público; el espectador hace un gran esfuerzo al venir al teatro, y yo se lo agradezco tanto… Es tan maravilloso y tan loable… Ha querido venir hasta aquí y se sienta dispuesto a que le convenzas, a que le cuentes el cuento. Y contar ese cuento es muy bonito porque eso es lo que me gusta hacer. Con los años he conseguido aprender a no mirarme tanto al espejo e intentar disfrutar. Pero el espejo es inevitable, porque te ayuda a estar bien. Y has de estarlo no solo por el deseo de hacer bien tu trabajo, sino también porque esto es teatro privado, y tienes la obligación de tener un éxito. Hace cincuenta años, cuando la huelga de actores, había en Madrid treinta y seis teatros en el circuito privado. Ahora la situación es muy distinta…»
Se ha referido Luis Merlo al ‘cuento’. ¿De qué habla ‘Conspiranoia’? «La obra pone sobre la mesa algo muy importante hoy en día-aunque lo haga de forma lúdica y amable, pero con sus aristas-: la tolerancia. Tenemos muy claro, como sociedad, el respeto a unas ciertas normas de convivencia: tenemos que respetar el territorio del otro, las pertenencias del otro… Pero no tenemos el mismo respeto por el pensamiento y las ideas del otro. No está mal visto que te agreda o te falte al respeto porque pienses distinto. Siempre me acuerdo de un sketch de ‘Barrio Sésamo‘ en el que había dos monigote, uno con un cuadrado en el cerebro y otro con un círculo. Hablaban y se iban dibujando en sus respectivos cerebros el cuadrado y el círculo que antes no tenían. Y los dos se marchaban tan contentos. ¿Qué ha pasado que no hemos visto ese sketch? Y nos estamos empobreciendo cada vez más. Y esta obra habla de eso».
Filósofos de la risa
«Nos empobrecemos porque nos empeñamos en cambiar el pensamiento del que tenemos enfrente -completa Luis Merlo-, porque de algún modo esa manera distinta de pensar del otro nos genera una inseguridad en nuestra forma de pensar, en nuestra identidad». Habla el actor de los autores, Marc Angelet y Jordi Casanovas, como «filósofos de la risa», «Lo es también Woody Allen, por ejemplo. Son personas que cuentan cosas muy interesantes a través del vehículo del humor». «Nos estamos volviendo idiotas -insiste Natalia Millán. Si no somos capaces de respetar el pensamiento del otro… Claro, en la tele no da audiencia y en la política no da votos. En la televisión, antes, había debates interesantes; la gente se escuchaba, eran capaces de discutir con educación e incluso llegar a acuerdos. Eso era muy enriquecedor».
«Eso que ha dicho Natalia es fundamental: se escuchaban. Nosotros, después de tantos años de amistad, tenemos escucha. Sin ella, no existe ninguna posibilidad de hacer nada. ‘Conspiranoia’ habla de un matrimonio, de unos amigos que se han vuelto sordos entre ellos». «Una de las riquezas de nuestro oficio, por encima de la fama, que es efervescencia, pirotecnia. es la mayor capacidad de empatía -añade la actriz-, ese ejercicio maravilloso y absolutamente necesario de meterte en la piel de otro. Por eso, normalmente, y yo no sé si todo el mundo lo entiende, los actores son gente que defiende causas con mucha facilidad, porque enseguida empatizan con los problemas de los demás. Es una deformación profesional; por malo que sea el personaje que tienes que encarnar, intentan saber de dónde viene esa maldad, por qué hace lo que hace».
La obra habla de un grupo de amigos que prepara «una intervención» con la que esperan devolver el sentido común a la amiga que hace tiempo que se deja llevar por teorías conspiranoicas. Pero decir todo lo que piensan de ella no será un proceso plácido. El encuentro sacará a la luz malestares y secretos que guarda un grupo de amigos que se conocen desde que eran pequeños. Y nosotros nos preguntaremos si podemos querer a una persona que ve el mundo completamente diferente a cómo lo vemos nosotros.
‘Conspiranoia’ es una comedia con su acidez. «Toda comedia inteligente ha de tenerla. la risa ha de estar salpimentada -dice Luis Merlo-. Yo creo en el humor más que en la risa (aunque es lo que se genera en los espectadores). Pero es muy difícil ponerse de acuerdo en el humor. En el drama todos estamos de acuerdo, más o menos nos hacen llorar las mismas cosas. Pero ¿qué nos hace reír a cada uno? Eso es un mundo. Y conseguir que se produzca tiene mucha magia. Ésta es una comedia romántica, y como tal tiene un viaje porque ha de empezar en un desacuerdo». Sigue Natalia Millán: «Y además, al ser los vínculos entre los personajes de amistad, eso permite también un nivel de sinceridad a veces muy bestia, pero que para el espectador es muy divertido porque se lanzan auténticas bombas».
Content Source: www.abc.es