Entre sonidos de temporal tétrico sintetizado y la marea que va y viene, una novia de blanco apareció con su cornamenta en el escenario para realizar unas lentas convulsiones vaporosas con los pliegues del vestido de cola. Estaba rodeada de Los Johnsons, y a los cinco minutos salió Anohni para acometer el standard de jazz de crucero soul existencialista ‘Why I am Alive Now?’. La seda de su aguda voz arropó a las Noches del Botánico, que se libró de la tormenta real durante el concierto para abordar otra…
… de belleza, con una extática Anohni si acaso moviendo en lenta cadencia sus brazos. Luego cantó un austero ‘4 Deegres’ con percusión, piano, cuerdas y su voz de casi hacer llorar al personal y sin casi, pues una señora se limpiaba los ojos. Entre la elegancia de una coctelería del futuro más fino y la emoción momentánea de algunas canciones tan sumamente tristes andaba el juego de la compositora trans, que repasó grandes clásicos de toda su carrera.
¡Y el silencio de tanatorio noruego, imponente y procedente! Pocas veces he visto algo igual de respetuoso, para unas canciones que agradecen y necesitan el sepulcro para su degustación. A destacar también el elegante juego de luces que provocó continuos contrastes entre la cantante y los Johnsons a veces en tonos casi eléctricos, como de mapa de calor de mirilla de francotirador, a combinar con la propia y emblemática iluminación de los árboles del Botánico en morado, y, por ejemplo, empezar con Anohni en un azul pitufo con un camisón que irradiaba las mismas vibraciones que el marciano que llega a los Simpson. O un holograma de un ángel.
Y así es el concepto, Anohni es una extraterrestre que nos observa e intercala vídeos apasionadamente bienintencionados con sus soluciones para la desunión del mundo, que le preocupa profundamente. Y, por ejemplo, propone ser regidos por el liderazgo sabio de las madres. En otro video anterior, demoledor, vemos a Marsha P. Johnson, la drag queen y activista LGTBIQ+ de la portada de su último y fantástico disco (‘My Back is a Bridge For You To Cross’, título de amor maximalista), que contaba su historia en la prostitución, que reconocía que no tenía nada de bueno, aunque si seguía quizá fuera porque que la elegían y era algo que nunca le había ocurrido. Cuánto dolor.
Si Willy Veleta, de Canal Red, en un envenenado y chéveremente escrito artículo, tecleó que Manu Pineda (de Izquierda Unida) es el más palestino de todos los palestinos que no son palestinos, Anohni es lo mismo con la raza negra. Tiene una voz de diva soul exquisita, como demostró por enésima vez en su versión y despliegue de fuerza vocal de Odetta y su ‘Sometimes I Feel Like A Motherless Child’. Eso fue tirando al final del concierto. Y por supuesto, Nina Simone y Diamanda Galas también estuvieron espiritualmente ‘in da house’ del Botánico. Como siempre cayó también la mención a Falete por ahí. Y entre el público Pedro Almodóvar o Manuel Segade, el director del Reina Sofía. Casi lleno.
Antes, tras un alegato antirracista, con un segundo de silencio a contrapié del público que aplaudió tarde dando muestras de haberse perdido con el inglés, llegó ‘Manta Ray’, con ese piano, y ese inicio «In The trees» que remite al ‘Mad World’ de Gary Jules. Y ese ‘Cut The World’ que corta la respiración con el sostenido del estribillo homónimo, cómo lo aguanta ahí, el otrora Antony que sigue teniendo la misma gran voz que antes de su transición a Anohni, a ser ella, en un cambio de titular con hipérbaton de letras al quitar la ‘t’ y aparecer la ‘h’ y trocar la ‘y’ por la ‘i’ pero el resto de su arte y nombre salvaguardar su esencia. Qué voz. Y qué bien sonó en un lugar en el que todo suena bien.
«Buenas noches, Madrid», dijo en un momento Anohni. Y comenzó a hacer un discurso cuándo alguien del público le gritó algo y Anohni reprendió en broma: «¿Qué estás diciendo de mi madre?», entre sonrisas. Y la voz le dijo: «Te quiero». Llegó después el turno de ‘Breaking’, en solitario y con arreglos sutiles con el sostén del piano, y un solo de guitarra distorsionado para cerrar. Se basta y se sobra, aunque bien envuelta ya es una delicia.
The Johnsons son nueve músicos, que incluyen a Julia Kent al chelo, Maxim Moston al violín, Doug Wieselman como multi-instrumentista, Gael Rakotondrabe al piano, Leo Abrahams como guitarrista y Jimmy Hogarth también como guitarrista y productor, y hablamos de acontecimiento esta gira pues Anohni se juntaba con ellos por primera vez en diez años. Y en el centro inmóvil de un universo tormentoso y bello que se parece más al cielo por el esplendor de una voz que sigue en forma, volvió a demostrar en ‘Hopelessness’, con piano de cola, y en la bossa nova soul de ‘It Must Change’, la sutileza de su tempestuoso arte.
En ‘You Are My Sister’ la artista sacó los móviles a gran parte de la audiencia, que no querían perderse el retrato digital de esta canción dura y emotiva, una más, en donde fue intercalando mensajes como: «Estoy en shock por la violencia contra las mujeres», y defendió la pertinencia de que ellas ocupen más lugares preeminentes para dirigir el mundo o comentar que son «las brujas que están escondidas en las esquinas de la oscuridad conectadas a la tierra y preparadas para arder».
La dupla de ‘Another World’ y ‘Drone Bomb Me’ fue otro buen momento de una noche masivamente bonita, que siguió con un apabullante ‘Man Is The Baby’ cuando volvió el cuerpo de danza unipersonal para ahora de deuda negra hacer un juego de sombras diabólico con una especie de tanga metálico reflectante.
Tras su evaporación, Anohni, con ¿un pulpo abrazado a su cabeza que le hacía calva?, y después de un vídeo lynchiano, atacó, de espaldas al público en el bis, ella sola al piano, su hit ‘Hope There’s Someone’, con los Johnsons mirándola en formación embelesada y respetuosa para sumarse poco a poco y cerrar con una leve parte instrumental sin vuelta a ningún estribillo populista. Al despedirse, Anohni, de repente, giró brusca e hizo una carrerita para irse del escenario. Como si se hubiera olvidado apagar la vitro. Una noche mágica más en la oficina.
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