Los padres de Anabel Alonso (Baracaldo, 1964) no veían con buenos ojos que su hija se dedicara a la farándula. Le propusieron que estudiara Turismo, y ella, obediente, les hizo caso. «Nací en el seno de una familia trabajadora, donde el ambiente no era precisamente artístico. Seguramente, mi idea les resultaba muy marciana. Era como si hubiera dicho que quería ser astronauta . Y, como a muchos otros padres, no les hacía gracia que su hija se decantara por una profesión considerada insegura. Ahora como todas las profesiones lo son, ya no solo no tenemos ese hándicap, sino que los que nos movemos en el espectáculo estamos más concienciados. Hoy los padres que no quieran que sus hijos trabajen en él, no pueden barajar ese argumento. Hoy todos estamos en el alambre ».Pero como además de obediente era tenaz, no renunció a su sueño de convertirse en actriz. Se trasladó a Madrid y debutó en la televisión en 1987 en el programa ‘La bola de cristal’. Poco después el dúo humorístico Martes y Trece la contrató para su película ‘El robobo de la jojoya’. Y hasta hoy, compaginando teatro, cine –a las órdenes de Pedro Almodóvar , Mario Camus, Jaime Chávarri, Pilar Miró, Fernando Trueba, Santiago Segura…–, y pequeña pantalla, en exitosas series como ‘Los ladrones van a la oficina’ -donde ya despertó el reconocimiento del público con el personaje de La Pruden-, ‘Contigo pan y cebolla’; ‘Siete vidas’; ‘Aída’; ‘Esposados’; y ‘Amar es para siempre’, entre otras. Sin olvidar su labor como presentadora y su participación en concursos como ‘Tu cara me suena’ y ‘MasterChef Celebrity’. La actriz vasca subió por vez primera a las tablas con ‘Las troyanas’, pieza del gran dramaturgo trágico griego Eurípides, dirigida en esa ocasión por Luis Iturri. Y hace poco, pudimos verla en la piel de la más célebre alcahueta, en una adaptación de ‘La Celestina’, a cargo de Eduardo Galán. Ahora se mete de lleno en el universo helénico dando vida a Tiresias, el famoso adivino griego, en la obra de título homónimo, escrita por Joan Espasa, José Manuel Mora y Carlota Ferrer, con puesta en escena de esta última, quien también forma parte del elenco actoral, junto a Alfredo Noval, Paula Mendoza, Carlos Beluga, Ana Fernández, Alberto Velasco y María García Concha. La cita en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, donde podrá verse del 14 al 18 de agosto. —No es la primera vez que pisa el imponente escenario del Teatro romano emeritense…—Es la tercera. Pero siempre hay nervios, y no únicamente por ser Mérida. Los nervios están presentes en cualquier estreno teatral, En cualquier teatro, no en las series, que es otra historia. Aunque Mérida es muy particular. Es un ambiente genial, el público tiene muchas ganas de estar allí, de participar en el rito del teatro, de compartir, un deseo que se ha intensificado después de la pandemia. Se ha redescubierto y se aprecia más la singularidad del teatro. Cada función, aunque sea la misma obra, es diferente, y se produce una comunión muy especial, como en ningún otro sitio, entre los actores y los espectadores.«En todos los seres humanos hay una parte masculina y otra femenina. Transitamos por las dos»—En principio, iba a protagonizar ‘Tiresias’ Eusebio Poncela…—No sé porque después me lo ofrecieron a mí, pero esto es algo habitual. Fernando Fernán Gómez me dijo una vez que él hizo un papel que lo iba a representar Marisol. El Tiresias que yo hago no tiene nada que ver con el que podría hacer Eusebio Poncela, pero he disfrutado mucho en el papel, ha sido para mí un gran desafío, y me he volcado. Cuando me lo propusieron me pareció muy interesante. Es un personaje muy rico, con muchos matices, el traje da mucho de sí. Y he aprendido mucho de la literatura clásica griega, al estar elaborada la obra a partir de fragmentos de tragedias clásicas y otros relatos, y del mundo de los dioses y sus complejas relaciones con los hombres. El texto es maravilloso. Además, me apetecía enormemente trabajar con Carlota Ferrer, que siempre ofrece una visión que te puede gustar o no, pero siempre personal, diferente, arriesgada, sorpresiva.—¿Qué destacaría de su personaje Tiresias?—Es tremendo, un espectador a lo largo del tiempo, se juega con el fluir del tiempo, el género y el espacio. Tiene clarividencia, dotes de adivinación, a pesar de su ceguera, pero no le sirve para nada, se enfrenta al poder, pero nadie, sobre todo los poderosos, quiere escuchar la verdad. Tiresias siente impotencia, pero a la vez no pierde la esperanza, no tira la toalla. Y es muy empático. —Según el mito, Tiresias fue hombre y mujer. ¿De alguna manera todos participamos de características atribuidas a uno y otro sexo?—En todos los seres humanos hay una parte masculina y otra femenina. Transitamos por las dos. Con todos los cambios que padece, Tiresias, al que se le ha dado un toque del Orlando de Virginia Woolf, nunca vuelve a ser el mismo porque ha visto el mundo con dos almas distintas. Le hace comprender mucho mejor al ser humano y tiene contacto con lo divino y con lo humano. —Usted es una actriz muy versátil, todo terreno, pero sobre todo tiene una estupenda vis cómica, ¿ha tenido que contenerla al interpretar a Tiresias? —Sí, la he contenido. Tiene algún toque humorístico, pero muy efímero. En general, la obra no es una comedia, aunque hay música, baile, magníficas coreografías… —¿Tiene algún rito antes de salir a escena?—No tengo ninguno. Ser supersticioso da mucho trabajo. He trabajado con compañeros, que madre mía, hasta que arrancan. Les tengo que decir, «venga, venga, que tenemos que empezar».—¿Y algún ‘método’ interpretativo?—En el teatro me dejo llevar por el director o la directora. El primer día de ensayos, claro, me he leído con atención la obra, pero me gusta ir un poco descubriendo el papel. Prefiero ir sin ideas preconcebidas, ser más maleable. —Próximamente cumplirá 60 años, ¿hay papeles interesantes para actrices maduras?—En el teatro no deja de haber buenos papeles femeninos a partir de los cincuenta. Siempre ha habido más papeles masculinos, y a veces hasta papeles femeninos los han interpretado hombres, como en el caso de Bernarda, y me digo, vaya cómo si no hubiera personajes masculinos. Pero si hay algún sitio donde la mujer madura puede brillar es en el teatro. Lo bueno de este trabajo es que según vas cumpliendo años desaparecen unos personajes y van apareciendo otros.«No cambiamos, el hombre siempre tropieza en la misma piedra. Siguen las guerras, las luchas por el poder…»—¿Cómo se lleva con las redes sociales?—Tengo Twitter e Instagram. Cuelgo algún vídeo, pero la verdad no me interesa mucho. Todo el mundo cuelga lo que hace y lo que deja de hacer, las redes son el mundo de egos desmedidos. Todo el rato, yo, yo. Twitter lo utilizaba más para hablar de la actualidad, de los temas sociales, pero muchas veces es donde la gente va a echar la basura. Me he hastiado. Lo malo es que, con el anonimato, creo que no debería ser así, se puede insultar, difamar, mentir… Deberíamos estar todos con la carita y bien registrados y todo cambiaría. A mí no me hace mella, pero habríamos de jugar todos en igualdad de condiciones. Yo pongo mi cara conocida, y pienso lo que digo y cómo lo digo y no insulto gratuitamente. Hasta que no se regule de otra manera, con nombre y apellidos, no me apetece mucho estar todo el día dale que te pego en las redes.«Nadie, sobre todo los poderosos, quiere escuchar la verdad»—¿Qué le gusta más de su profesión?—Hay muchas cosas que me encantan. Destacaría que es un arte, pero a la vez un oficio. Cuenta, claro, la creatividad, la inspiración… pero si estás haciendo una función a las ocho tienes que estar al pie del cañón, te encuentres como te encuentres. Te hace que bajes a la tierra y no estés en una nube creativa. Por otro lado, te abre mucho la mente, porque puedes interpretar, encarnar, que me gusta mucho esta palabra, a muchos personajes distintos, con vidas y características diferentes. Enriquece mucho, tienes que intentar entender al personaje que te ha tocado poner en pie. Y viajas a otras épocas. Entras en universos desconocidos, como cuando lees un libro. —¿Qué diría el adivino Tiresias sobre hacia dónde va la complicada sociedad actual?—Estamos donde estábamos. Hoy, con teléfonos móviles, avances tecnológicos… nos comportamos exactamente igual ahora que hace tantos siglos. El ser humano no cambia, siempre tropieza en la misma piedra. Siguen las guerras, las luchas por el poder, explotar al semejante, pisotear al otro… Si Tiresias viviera hoy, pensaría tantos siglos para esto, para continuar de la misma manera.
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