Àlex Rigola lleva ya un tiempo haciendo un tipo de teatro que navega entre la simplicidad escénica y la búsqueda de la verdad interpretativa. De esta mezcla surgieron espectáculos como ‘Vania‘ y ‘Hedda Gabler‘, que comparten entorno: una caja escénica en la que se encierran espectadores y actores, y que permite la intimidad entre ellos. La de la obra de Chéjov medía seis metros de ancho por ocho de largo y albergaba a sesenta espectadores. La de la pieza de Henrik Ibsen es un poco más grande: 9×7, y el aforo es de ochenta personas.
‘Hedda Gabler‘ se presenta hoy en el Teatro Valle-Inclán, dentro de la programación del Centro Dramático Nacional. Rigola, director y autor de la dramaturgia, cuenta con Nausicaa Bonnín, Miranda Gas, Pol López, Xavi Sáez / Marc Rodríguez y Joan Solé. Max Glaenzel es el creador de la caja escénica.
«Llevamos tiempo investigando sobre un formato pequeño, pequeñísimo que tiene que ver con el primer plano cinematográfico, que en teatro es algo difícil de lograr -dice Rigola-; la caja nos permite esa proximidad y el tipo de interpretación que nos interesa. Buscamos una cierta verdad escénica; ‘la’ verdad no existe ya que desde el momento en que hay palabras memorizadas, pero hay que buscar en este trabajo interpretativo cómo encontrarla. Y la verdad está en el juego».
En el teatro que desarrolla Rigola, se retiran el director y el autor, asegura él mismo, para que el actor, «la figura principal de la transmisión, tenga cosas que decir. No sirve de nada tener un grandísimo texto o un gran director si el transmisor falla». En este teatro los actores han de tener ganas de decir cosas, de contarse a sí mismos, añade el director catalán. El escenario se convierte, sigue, «en un ágora, en un lugar de encuentro en el que actores y público son uno. Y ahí se produce la verdad escénica».
No está en su versión la letra de Ibsen, pero sí su espíritu. Y es que la obra, dice Rigola, «habla del ser humano. Los personajes -reducidos a cinco en esta versión- están perdidos, desajustados en la sociedad; no es una obra agradable porque su protagonista tampoco lo es. Está perdida como lo estamos también de alguna manera nosotros en la actualidad, en ese cambio de era en el que dicen que estamos viviendo; no sabemos adónde vamos ni quiénes somos».
Habla Àlex Rigola también de toxicidad, «producto de esta presión que nos provoca no saber dónde estamos. Todos recibimos y damos toxicidad, tanto a los otros como a nosotros mismos. Cada uno de los personajes de ‘Hedda Gabler’ se encuentran en una caja, que representa el mundo contemporáneo, tienen sus elementos tóxicos».
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