«’Los maestros cantores de Núremberg’ es una comedia humanista». Esta afirmación de Laurent Pelly es suficientemente elocuente sobre la singularidad de este título en la producción de su autor, Richard Wagner, la mayoría de cuyas óperas están marcadas por la tragedia y por personajes mitológicos. «No existe drama, no existe tragedia, ningún momento triste, nadie muere ni a nadie le ocurre nada malo», completa Pablo Heras-Casado.
El músico granadino y el director teatral francés son los responsables, respectivamente, del foso y de la escena de la producción de ‘Los maestros cantores de Núremberg‘ que estrena el Teatro Real el próximo 24 de abril. Estará en cartel hasta el 25 de mayo y en ese período se ofrecerán nueve funciones de un título complejo y que supone para un teatro de ópera un reto fabuloso. Por eso Joan Matabosch saca pecho y no duda en calificar estas funciones como un «acontecimiento extraordinario».
El montaje, realizado en coproducción con la Royal Danish Opera de Copenhague el National Theatre de Brno (Chequia) ve la luz en Madrid. Laurent Pelly firma también la dirección de escena y el vestuario, y sus colaboradores son Carolina Ginet (escenografía) y Urs Schönebaum (iluminación). El reparto lo conforman Gerald Finley, Jongmin Park, Paul Schweinester, Barnaby Rea, Leigh Melrose, José Antonio López, Albert Casals, Kyle van Schoonhoven, Jorge Rodríguez Norton, Bjørn Waag, Valeriano Lanchas, Frederic Jost, Tomislav Mužek, Sebastian Kohlhepp, Nicole Chevalier, Anna Lapkovskaja y Alexander Tsymbalyuk. Lo completan además la Orquesta y Coros Titulares del Teatro Real. Éste último, dirigido por José Luis Basso, tiene una participación fundamental en la obra; por ello se ha reforzado y suma 112 cantantes. A ellos se suma una orquesta de 95 músicos, lo que hace que junto a los solistas haya 230 artistas encima del escenario.
Situada originalmente a mediados del siglo XVI en la ciudad alemana de Núremberg (que se haría popular tras la II Guerra Mundial por el macrojuicio llevado a cabo contra los dirigentes nazis) , la obra plantea, según Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, «una de las cuestiones teóricas fundamentales del Romanticismo: la función del arte en la sociedad y la libertad del artista por encima de las normas retóricas. Wagner se identifica tanto con el personaje de Hans Sachs, en su condición de teórico musical conocedor pero no esclavo de las normas, como con el de Walther von Stolzing, en tanto músico que rebosa inspiración y creatividad, contrario al sometimiento a reglas ajenas a las de su propia intuición. Y ese conflicto entre inspiración -representada por Walther- y la academia -encarnada en los maestros cantores- se resuelve satisfactoriamente gracias a la posición conciliadora de Hans Sachs».
Dice Laurent Pelly, más habituado a un repertorio operístico más ‘ligero’, que se trata de una partitura que «cuenta cosas constantemente, y que mantiene la tensión dramática durante las cuatro horas y media de música que tiene. No es una música decorativa, siempre transmite emoción». Heras-Casado, por su parte, la califica de «diáfana». Es la sexta ópera de Richard Wagner que dirige el granadino en el Teatro Real, después de ‘El holandés errante’ y de la tetralogía ‘El anillo del Nibelungo’.
La puesta en escena de Laurent Pelly ha querido, para contar la historia en el mundo de hoy, «trabajar en lo onírico e inventar un mundo destruido donde los personajes se aferran a lo que tienen». Con ello, explica, se potencia el sustrato burlesco de la ópera, alejándose del tratamiento realista del gremio de los artesanos en Núremberg, que emerge en un universo quimérico y poético que refleja el pensamiento, los anhelos y los conflictos de los protagonistas».
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