No era la historia más grande jamás contada ni tampoco lo pretendía, sino los recuerdos de un niño que creció en una época que algunos imaginaban solo en blanco y negro. ‘Cuéntame’, una especie de versión patria de la estadounidense ‘Aquellos maravillosos años’, nació en una España que ya no existe para hablar de otra España que hacía mucho que había dejado de hacerlo. Sus creadores la concibieron, como todas las grandes historias, con el estómago lleno.
Se dice que ‘Cuéntame’ surgió de una paella que Ana Duato le preparó a José María Aznar, que acababa de estrenar mayoría absoluta con el cambio de siglo e imaginaba una televisión diferente. Claro que entre realidad y ficción hacen estragos los mitos, que campan un poco a sus anchas. «El origen de ‘Cuéntame’ no tiene nada que ver con Aznar, aunque esa paella existió», confiesa Javier Cuadrado, gerente ejecutivo de Grupo Ganga, productora de la serie. Tiene sentido que la ficción más castiza de la televisión española, que hoy emite el último de sus 413 capítulos, brotara del plato más tradicional de la cocina patria, aunque para Jacobo Delgado, coordinador de guión desde la segunda temporada, su origen fue previo, en los noventa. «Según se ha contado alguna vez, obtiene el rechazo de las cadenas durante ocho años, hasta que en 2001 TVE apuesta por ella», explica. Como le ocurrió a San Pedro, las negativas solo fueron el prólogo de una gran empresa.
Una serie sin final
La serie nació, eso sí, sin un desenlace. O con una sucesión de varios. «Es imposible saber el final al arrancar una serie que dura veintidós años y 413 capítulos. El primer final que pensaron los más optimistas fue el de la muerte de Franco. Después llegó la Constitución, el 23-F, los Juegos Olímpicos de Barcelona… Son hitos que hemos ido dejando atrás. Cuando este año supimos que había que dar un cierre, los guionistas tuvimos claro cómo sería la última secuencia del último capítulo, antes incluso de decidir el arranque del primero. Septiembre de 2001 fue nuestro objetivo», reconoce.
Podría decirse que ha pasado una vida desde aquel primer episodio en el que los sesenta resucitaron gracias a una familia, los Alcántara, en el barrio imaginario de San Genaro. Y si echamos la vista atrás, como el narrador de la serie, Carlos Hipólito, lo cierto es que no ha sido solo una vida, sino varias. Los protagonistas han entrado y salido varias veces a lo largo de los años, no así Herminia, que solo podía irse muriendo en el último suspiro de una ficción casi tan inmortal como Jordi Hurtado.
En estos años no han perdido el tiempo los Alcántara, a los que la historia les ha encontrado siempre en medio: en el Congreso de Diputados durante el Golpe de Estado del 23-F, en un atasco en el atentado al coche de Carrero Blanco o de fiesta en el incendio de la discoteca Alcalá 20. Y mientras su patriarca, interpretado por Imanol Arias, se recorría toda la cadena de producción siendo ordenanza, impresor, gerente, director general del Ministerio de Agricultura y bodeguero, a España la han coronado con dos reyes y dirigido con la batuta de cuatro presidentes. Además del color de los gobiernos, ha cambiado también la percepción de la Transición y, según dicta la Ley de Memoria Democrática, la necesidad de mirar al pasado con ojos inquisitoriales. Las cosas ahora son más globales y los problemas ya no se miden a escala: el mundo entero encadena crisis económica tras crisis económica y, si remonta, una pandemia lo sacude y lo cambia. Dos décadas dan para mucho, incluidos tres Papas.
Efecto ‘Forrest Gump’
‘Cuéntame cómo pasó’, que robó de ‘Forrest Gump’ la idea de colocar a sus protagonistas en algunos de los momentos más importantes de la historia, predicó con el ejemplo y demostró su don de la oportunidad estrenándose meses antes del fin de las pesetas y dos días después del atentado contra las Torres Gemelas. El 11-S cambió para siempre el mundo porque demostró que el gigante estadounidense sangraba; el 13 de septiembre, el día que TVE emitió la única serie patria que ha competido, por longeva, de tú a tú con ‘Los Simpson’, la cadena pública, por entonces con publicidad, tomó una de sus decisiones más sabias. «’Cuéntame’ tiene un punto de servicio público que hace que la televisión pública sea su lugar ideal. También aconsejaba su pertenencia a TVE el uso que hemos hecho del archivo de la casa. En otra cadena habría sido muy difícil, al menos las primeras temporadas. ‘Cuéntame’ nació para ser una serie de largo recorrido y creo que eso lo ha cumplido con creces», afirma Delgado. Tanto que, cuando la serie debutó en La 1, vivíamos en una especie de utopía pero del pasado, porque había bonanza económica y los videoclubes, y los VHS, no solo existían como algo nostálgico. Igual que los móviles Nokia, que ahora luchan por sobrevivir con más crisis que la propia RTVE, cuyo Telediario antes presentaba Ana Blanco y ahora ni se sabe, porque Carlos Franganillo ya ha dicho que se marcha.
«Creo que la larga vida de ‘Cuéntame’ se sustenta básicamente en dos patas: buenas historias y un reparto estupendo sostenido en el tiempo. Los cambios de Gobierno no nos han afectado, nunca nos han dicho lo que teníamos que escribir, nunca. Lo que sí ha afectado a ‘Cuéntame’ y a otras series de la televisión en abierto es el cambio de modelo televisivo. La llegada de las plataformas ha cambiado la manera de consumir televisión y eso ha dejado a algunos directivos de las cadenas generalistas buscando su sitio», explica el coordinador de guión de la serie producida por el Grupo Ganga. El ‘streaming’, aunque significativo, no es lo único que ha cambiado. En 2001 los Pokemon no se cazaban en 3D sino que se capturaban en tazos; se descifraba por fin el genoma humano y Steve Jobs, que ha pasado a mejor vida, presentaba el Ipod mientras Harry Potter daba el salto a la gran pantalla. Hoy, con la ruleta rusa de la cancelación, JK Rowling es más odiada que querida a pesar de haber inventado al niño mago.
La serie ha sobrevivido a las crisis de TVE, al supuesto fraude fiscal de sus protagonistas y al ataque de María Galiana a los guionistas
La erosión del tiempo no fue la única que esculpió la orografía de lo que ha terminado siendo ‘Cuéntame’. Sus premios, setenta, han sido casi tantos como sus crisis, cada cual más gorda pero ninguna lo suficiente para darle la estocada. En veintidós temporadas han aflorado filias y fobias, se ha procesado a sus protagonistas, Imanol Arias y Ana Duato, por supuesto fraude fiscal y hasta se han establecido dos bandos, en pie de guerra este año por la despedida de María Galiana, que en lugar de irse sin hacer ruido, aseguró que los actores habían tenido que «leerle la cartilla» a los guionistas porque no entendían la esencia de sus personajes. Jacobo Delgado da la «pequeña polémica» por zanjada: «No hay ficción sin guión, ni series que duren veintidós años sin buenos guiones. Las series de televisión son básicamente guión y reparto. Y en ‘Cuéntame’ ha funcionado siempre lo uno y lo otro», dice al tiempo que reconoce que, en estos años «hubo problemas», e incluso estuvieron «a punto» de mudarse a otra cadena. Por suerte, todo «se superó con tesón y paciencia».
Nada cambia
«La sociedad, la serie y los que hacemos la serie hemos cambiado mucho en el estos veintidós años. En 2001 los hijos pensaban que iban a vivir mejor que sus padres, el matrimonio homosexual no estaba legalizado, el feminismo no había calado en la mayoría de la sociedad, como sí sucede ahora… Somos un país distinto. Y, sin embargo, escribiendo esta serie te das cuenta de que, a pesar de los cambios, los españoles hablamos de las mismas cosas todo el rato. Cuando revisábamos las hemerotecas para preparar cada temporada, nos encontrábamos con temáticas que se parecían mucho a la del momento en que estábamos escribiendo: la organización territorial de España, los precios de la energía, el desempleo…», añade el guionista. Incluso Ridley Scott estrenaba, como ahora ‘Napoleón’, otro drama histórico un año antes, ‘Gladiator’. Claro que entonces, sin redes sociales, a nadie pareció importarle si la película era o no fiel a la historia o si el Cómodo de Joaquin Phoenix era un emperador tan sádico.
Cambian las modas, y algunas caras, pero los problemas reales de la gente siguen siendo los mismos ahora que hace veintidós años o sesenta. Llegar a fin de mes. Que los niños se saquen los estudios. Comprarse un coche. Elegir a dónde se va a veranear ese año. Hay cosas que, gobierne un dictador, como en el principio de la serie, o un presidente democrático, como al final, resultan universales. Todo cambia, como en ‘El Gatopardo’, para que nada cambie.
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