En los recovecos de la historia se puede encontrar la esperanza para las situaciones más desalentadoras del hoy. Si no, que se lo digan a Francisca de Pedraza. Su vida, marcada por la violencia de su esposo, la orfandad y el presagio de una muerte a manos de quien le prometió amor eterno, es ahora un hito por su lucha incansable para ser libre. Su tenacidad y constancia le convirtió en la primera mujer española que denunció ante los tribunales la violencia de género que recibía a manos de su marido y obtuvo una sentencia favorable ante la justicia promovida por la Universidad de Alcalá en 1964. Por eso, esta institución estrena ‘399 años después‘, una obra a manos de la compañía de teatro clásico Almaviva, que representa la historia de esta joven este sábado 25 en el Paraninfo del campus a las 19 horas.
Huérfana y tutelada tras su mayoría de edad por su marido, Jerónimo de Jaras, su martirio comenzaba la noche de bodas, que ya experimentó la violencia de su esposo. A medida que la ira aumentaba con los años, Francisca podría haber tomado la decisión de huir, pero el miedo a que sus hijos crecieran al lado de un padre como aquél, le hizo permanecer y tratar de hallar la justicia. Los moratones, la sangre y la angustia llevaron a la joven a denunciar el caso ante los tribunales eclesiásticos, donde apenas encontró consuelo pese a llevar testigos y agravios en su cuerpo.
«Prisión, cruel cautiverio mío, ¿qué delito he cometido para sufrir tal castigo?» Los gritos en silencio día y noche de Francisca de Pedraza no cesaban. Ante el maltrato sin límites de su esposo, se preguntaba el por qué de su inocente sufrimiento. En ocasiones deseaba una muerte de verdad, en otras, cuando la esperanza le ceñía, intentaba recriminar a su marido cada bofetón y patada en vano. Pero era inútil. La violencia e ira desbocada de Jerónimo acabaría algún día con su vida. Ya lo hizo con la de otros. Estando embarazada, la joven salió a pasear por los alrededores de la catedral cuando Jerónimo, al verla, se abalanza sobre ella propinándole una paliza que provocó que el feto saliera disparado a la acera.
Más testigos
Francisca acudió de nuevo a la autoridad eclesiástica con más testigos, de mujeres y varones. En esa época el testimonio de un hombre era necesario para contrastar el de la mujer, que según los jueces podía estar manipulado en favor de la víctima. «De ahora en adelante, cuide y trate amorosamente a su mujer». Una medida abocada al fracaso que no hacía más que ensoberbecer a su esposo y acrecentar los golpes.
Las violaciones, vejaciones y amenazas de muerte por chivata no cesaban, y a pesar de presentar el caso una vez más en el Palacio Arzobispal al que acudió el Marqués de Careaga como testigo para hablar en favor de Francisca, se le denegó la petición. «Nos impactó que durante los cuatro juicios aparecieron más de 30 testigos diciendo lo que estaba pasando y la joven tuvo seis procuradores que durante todo ese tiempo no cobraron nada hasta que consiguieron la sentencia», reconoce César Barló, director de la obra de teatro.
Francisca, mujer incansable de ardua constancia no se rindió y tras acudir a la justicia universitaria, el rector de la Universidad de Alcalá de Henares, Álvaro de Ayala, que conocía el caso, dictó en muy poco tiempo su sentencia en la que estableció la devolución de la dote, una orden de alejamiento y el divorcio. «Días interminables, el miedo aferrando mi corazón, la necesidad de compasión cuando la vida se vive en soledad», expresaba Francisca al rector.
Terror
Aunque el combate no había terminado. Ahora le tocaba seguir huyendo de las calles porque en cualquier momento Jerónimo podía aparecer para atacar de nuevo a la joven. Además lo intentó. En aquel momento, los rectores solo ejercían su cargo durante un año, de modo que decidió esperar para recurrir la sentencia, aunque la suerte no estuvo de su lado ya que el sucesor de Ayala, Dionisio Pérez Manrique de Lara, reafirmó la sentencia sellando así una nueva vida para Francisca. «Necesitamos difundir historias como esta. La sentencia que se determinó era novedosa hace cuatro siglos, pero también hace 50 años», reconoce el rector de la Universidad de Alcalá, José Vicente Saz.
Fue un historiador el que accidentalmente dio con la historia de esta vecina de Alcalá de Henares, que hasta el momento era desconocida para la mayoría, y para algunos incluso olvidada. A través de las investigaciones pertinentes para su tesis, encontró un legajo que no era otra cosa más que la sentencia de Francisca de Pedraza. Tras el hallazgo, la universidad así como la misma ciudad trabaja cada día para sacar a la luz la vida de esta mujer.
Esta institución guarda como un tesoro la sentencia que marcó un antes y un después en la historia Ante las cifras que crecen ante una sociedad indiferente, la cultura tiene el poder de transformar la mirada. «Los que nos dedicamos al teatro clásico creemos en la cultura como clave social para trasladar a la gente los problemas que nos acucian, pero lo solo lo podemos hacer siempre y cuando nos den sitios para poder trasladar este mensaje», asegura Barló. La obra arranca con la historia de Francisca De Pedraza, pero termina con la historia de Mari Carmen, la décima víctima mortal por violencia de género en este año que murió a manos de su exmarido delante de su hijo.
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