Por Karla Icaza, vicepresidenta ejecutiva de Gobierno Corporativo de Grupo Promerica
“Prometo serte fiel y respetarte, en la abundancia y en la escasez, en la salud y en la enfermedad, para amarte y cuidarte hasta el último día de mi vida”. ¿Quién no repitió esas palabras en la ceremonia de su boda? Mi esposo y yo tenemos más de 34 años juntos y efectivamente, hemos experimentado abundancia y escasez, salud y enfermedad, y gracias a que decidimos poner a Dios en medio de nuestro matrimonio es que hoy estoy contando esta historia.
A los cuatro años y medio de casados y con dos hijos nacidos, estuvimos a punto de “bajarnos del barco”; y teníamos “suficientes” motivos para hacerlo, según lo que dice la gente. Cuando nos vamos a casar nos dicen los casados que el matrimonio no es fácil, pero creo que esa frase se queda corta. Al principio todo es lindo y las cositas las dejamos pasar; pero, en la medida que transcurre el tiempo esas “cositas” se van viendo más grandes. Cuando yo decidí casarme era porque estaba convencida que sería para toda la vida, porque soy hija de padres divorciados y sé lo duro que es este proceso. Sin embargo, en los momentos más complicados de la relación matrimonial contemplé seriamente “colgar los guantes”. Doy gracias a Dios que no lo hice porque no existiría nuestro hijo Sebastián, y no hubiera conocido lo maravilloso que es el matrimonio cuando Jesús está en medio.
Los días que voy a la oficina suelo escuchar podcasts para aprovechar el tiempo que me toma llegar. Los viajes de ida y de regreso se han convertido en mis momentos de personal growth. Siempre he tratado de aprovechar mi tiempo al máximo, de hecho, mi esposo me hace broma porque es muy raro que yo esté quieta. Cuando decido pasar un rato “haciendo nada”, es porque ya mi cuerpo me pidió “cacao” como decimos en mi país.
Hoy durante mi viaje de regreso a la casa decidí escuchar música porque estaba “con las neuronas quemadas”. Buscando música, me encontré unas canciones de Marcos Vidal. En la lista estaba Uña y Carne,que siempre me encantó. La primera vez que la escuché fue porque mi esposo me la puso y mientras escuchaba la letra, me sentí como que la había escrito para nosotros. En una de las estrofas dice:
“Dios te diseñó
Con sentido y con ingenio
Para compensar este corazón bohemio
Que no sabe andar sin ti”
Los que nos conocen saben que él es el del corazón bohemio, pero yo no sé si tengo tanto ingenio, jajaja.
A pesar del trabajo, de los problemas, de las situaciones difíciles, de los hijos a quienes tratamos de dedicarles suficiente tiempo, hicimos un pacto de invertir en nuestra relación. Fuimos muy intensionales para buscar esos espacios tan necesarios para estar juntos. La alarma de mi calendario suena todos los viernes a las siete de la noche, por una cita que marqué hace muchos años y le puse “Jalar”, que en mi país significa estar de novios. Cuando veo para atrás y recuerdo todo lo que hemos vivido juntos, en las buenas y en las no tan buenas, ratifico mi compromiso de perseverar hasta el último día de mi vida y se me viene a la mente otra estrofa de la misma canción que dice:
“Me ilusiona ser
una pieza de museo
Y poder sentir cada día en mi dedo
El anillo que me une a ti”
Nota: “Una pieza de museo” es una metáfora que usa el autor para ilustrar que el matrimonio para toda la vida en estos tiempos ya no es común.
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