¿Un concierto que empieza con un fantasmal y sobrecogedor lamento ‘a capela’ y los inquietantes versos « ve a cavar mi tumba / ancha y profunda / coloca una piedra de mármol / a mi cabeza y a mis pies / y sobre mi pecho»? Bienvenidos al universo Lankum, nuevos profetas del folk irlandés y renovadores de una tradición que es al mismo tiempo memoria y vanguardia. Ecos del pasado decodificados desde el futuro y servidos entre tinieblas y espantos. Folk gótico para asaltadores de tumbas y un ‘loop’ apocalíptico sonando entre pintas de Guinness y Murphy’s en un pub del fin del mundo.Sobre el escenario, formación casi de combate, con cuatro músicos sentados en primera línea y otros dos, los de las máquinas y la percusión, cubriendo la retaguardia. Luces rojas y azuladas, penumbra emocional y ‘False Lankum’, su aclamado trabajo del año pasado, como hilo conductor. Emergiendo de entre las sombras, anudada a la turbadora voz de la cantante Radie Paet, música celta en los huesos; canciones lijadas hasta el tuétano y rearmadas a partir de injertos experimentales, ambientaciones drónicas y crescendos propios del post-rock.A diferencia de su debut en el Primavera Sound, actuación de impacto marcada aún por el anterior ‘The Livelong Day’, el sábado en la sala Apolo casi todo fue ‘False Lankum’. Revisión integral de su obra maestra y encadenado de fundidos a negro para abrazar el trance. Empezaron con ‘Go Dig My Grave’, balada suicida cantada como desde otra dimensión, y ahí siguieron, retorciendo teclados, armonios, acordeones y guitarras mientras desnudaban la naturaleza sombría y lúgubre, casi funeraria, de la música tradicional irlandesa. No hay más que ver lo que hacen (e hicieron) con ‘The Wild Rover’, emblema del cancionero irlandés, para entender que lo de Lankum es cosa seria. Nada de joviales violines o simpáticas arpas decorativas: en sus canciones, muchas de ellas revisiones irreconocibles de viejos clásicos, casi todo es dolor, ira y un poco de compasión. Sufrimiento contado y cantado por un pueblo nacido para perder y por unos músicos capaces de convertir en exorcismo la tragedia oceánica de ‘The New York Trader’. Palabras mayores, sí. The Pogues, algo así como sus antepasados más o menos directos, reinventaron el folk irlandés desde el jaleo punk y el arrebato beodo, sí, pero Lankum lo hace desde la oscuridad y el desconsuelo; desde el dolor casi físico de unas canciones repletas de asesinatos, suicidios y tragedias francamente horribles. Incluso bromearon sobre ello dedicando la hermosa ‘Newcastle’ a amigos y conocidos. «Es la única de nuestras canciones en la que nadie muere, creo», dijo Paet mediada la noche. Noticia Relacionada estandar Si Shane MacGowan, la indomable leyenda del gran bebedor del folk irlandés David Morán El periodista Richard Balls relata en la biografía ‘Una furiosa devoción’ el auge, caída y constante chapoteo en lagunas etílicas del último gran héroe la música popular irlandesaCuentan quienes los vieron hace unos meses en el Auditorio del Fòrum que a los de Dublín les faltó un poco de liturgia, cosas del jaleo de las barras y de los que siguen yendo a los conciertos a gritarse la vida a la oreja, pero si algo sobró fue intensidad catártica y épica tenebrosa. Emoción pura y tormenta sónica de impresión con algún que otro arrebato humorístico, como cuando recordaron su actuación en una casa okupa de Badalona hace cosa de quince años (entonces se llamaban Lynched, no Lankum) y uno de los hermanos Lynch explicó que desde entonces se le había quedado grabada en la cabeza la frase «Propera parada, Pep Ventura». El abundante público extranjero, claro, no entendía nada.
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